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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
26:16–27:6
Así que los funcionarios y el pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los
profetas: «Este hombre no merece la pena de muerte porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios».
Entonces algunos de los sabios ancianos se pusieron de pie y hablaron
a todo el pueblo reunido en ese lugar. Dijeron: «Recuerden cuando Miqueas de Moreset profetizaba durante el reinado de Ezequías de Judá. Él
le dijo al pueblo de Judá:
“Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
‘El monte Sión quedará arado como un campo abierto;
¡ Jerusalén será reducida a escombros!
Un matorral crecerá en las cumbres,
donde ahora se encuentra el templo’”.
¿Acaso el rey Ezequías y el pueblo lo mataron por lo que dijo? No, se apartaron de sus pecados y adoraron al Señor. Le suplicaron misericordia.
Entonces el Señor cambió de parecer acerca del terrible desastre que
había declarado contra ellos. Así que estamos a punto de perjudicarnos
a nosotros mismos».
En ese tiempo, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, también profetizaba en nombre del Señor; y predijo el mismo terrible desastre contra
la ciudad y la nación igual que Jeremías. Cuando el rey Joacim junto con
los oficiales militares y los demás funcionarios escucharon lo que dijo, el
rey envió a alguien para matarlo. Sin embargo, Urías se enteró del plan y
escapó a Egipto atemorizado. Entonces el rey Joacim envió a Elnatán, hijo
de Acbor, a Egipto junto con algunos otros hombres para que capturaran a
Urías. Lo tomaron prisionero y lo trajeron de regreso al rey Joacim. Así que
el rey mató a Urías a espada y mandó que lo enterraran en una fosa común.
No obstante, Ahicam, hijo de Safán, respaldó a Jeremías y persuadió al
tribunal de no entregarlo a la multitud para que lo matara.
Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor a principios del reinado
de Sedequías, hijo de Josías, rey de Judá.
Esto me dijo el Señor: «Hazte un yugo y átatelo al cuello con correas
de cuero. Luego envía un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro
y Sidón a través de sus embajadores que han llegado a visitar al rey Sedequías en Jerusalén. Dales este mensaje para sus amos: “Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Yo hice la tierra, la gente y cada
animal con mi gran fuerza y brazo poderoso. Estas cosas me pertenecen
y puedo dárselas a quien yo quiera. Ahora entregaré estos países al rey
Nabucodonosor de Babilonia, quien es mi siervo. He puesto todo bajo su