Inmersion Profetas NTV - Flipbook - Página 270
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J erem í as
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mi pueblo. Los castigaré en proporción al sufrimiento que le ocasionaron
a mi pueblo”».
Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor a principios del reinado
de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá. «Esto dice el Señor: “Ponte de pie
en el atrio que está delante del templo del Señor y haz un anuncio a la
gente que ha venido de toda Judá a adorar. Dales mi mensaje completo
sin que falte una sola palabra. Quizá te escuchen y se aparten de sus malos
caminos. Entonces cambiaré de parecer acerca del desastre que estoy por
derramar sobre ellos a causa de sus pecados”.
»Diles: “Esto dice el Señor: ‘Si ustedes no me escuchan ni obedecen
la palabra que les he dado ni tampoco escuchan a mis siervos, los profetas
—porque los envié una y otra vez para advertirles, pero ustedes rehusaron
escucharlos—, entonces destruiré este templo así como destruí a Silo, el
lugar donde estaba el tabernáculo. Y haré que Jerusalén se convierta en
objeto de maldición en cada nación de la tierra’”».
Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo escucharon a Jeremías
mientras hablaba frente al templo del Señor; pero cuando Jeremías terminó su mensaje, habiendo dicho todo lo que el Señor le ordenó que dijera, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo que estaba junto al templo
lo atacaron en masa. «¡Mátenlo! —gritaban—. ¿Qué derecho tienes de
profetizar en el nombre del Señor que este templo será destruido como lo
fue Silo? ¿Qué quieres decir cuando afirmas que Jerusalén será destruida
y dejada sin habitantes?». Así que todo el pueblo lo amenazaba mientras
él estaba frente al templo.
Cuando los funcionarios de Judá oyeron lo que pasaba, corrieron del
palacio a sentarse a juzgar junto a la puerta Nueva del templo. Los sacerdotes y los profetas presentaron sus acusaciones a los funcionarios y al
pueblo. «¡Este hombre debe morir! —dijeron—. Ustedes han escuchado
con sus propios oídos lo traidor que es, porque ha profetizado contra esta
ciudad».
Entonces Jeremías habló en su propia defensa a los funcionarios y al
pueblo. «El Señor me envió para profetizar contra este templo y contra
esta ciudad —dijo—. El Señor me dio cada una de las palabras que he
hablado; pero si ustedes dejan de pecar y comienzan a obedecer al Señor
su Dios, él cambiará de parecer acerca del desastre que anunció contra
ustedes. En cuanto a mí, estoy en sus manos, hagan conmigo lo que mejor
les parezca. ¡Pero si me matan, tengan por seguro que estarán matando a
un inocente! La responsabilidad por semejante acción caerá sobre ustedes,
sobre esta ciudad y sobre cada persona que vive en ella. Pues es totalmente
cierto que el Señor me envió a decir cada palabra que ustedes han oído».