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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
11:18–12:5
Luego el Señor me avisó acerca de los complots que mis enemigos tramaban en mi contra. Yo era como cordero que se lleva al matadero. ¡No
tenía idea de que pensaban matarme! «Destruyamos a ese hombre y todas
sus palabras —dijeron—, derribémoslo para que su nombre sea olvidado
para siempre».
Oh Señor de los Ejércitos Celestiales,
tú juzgas con justicia,
y examinas los secretos y los pensamientos más profundos.
Déjame ver tu venganza contra ellos,
porque te he entregado mi causa.
Esto dice el Señor acerca de los hombres de Anatot que deseaban mi
muerte. Ellos habían dicho: «Te mataremos si no dejas de profetizar en
el nombre del Señor». Así que esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales acerca de ellos: «¡Yo los castigaré! Sus jóvenes morirán en batalla
y sus hijos e hijas morirán de hambre. Ninguno de esos conspiradores de
Anatot sobrevivirá, porque traeré calamidad sobre ellos cuando llegue el
momento de su castigo».
Señor, tú siempre me haces justicia
cuando llevo un caso ante ti.
Así que déjame presentarte esta queja:
¿Por qué los malvados son tan prósperos?
¿Por qué son tan felices los malignos?
Tú los has plantado,
y ellos echaron raíces y han prosperado.
Tu nombre está en sus labios,
aunque estás lejos de su corazón.
En cuanto a mí, Señor, tú conoces mi corazón;
me ves y pruebas mis pensamientos.
¡Arrastra a esta gente como se lleva a las ovejas al matadero!
¡Apártalos para la masacre!
¿Hasta cuándo tendrá que llorar esta tierra?
Incluso la hierba de los campos se ha marchitado.
Los animales salvajes y las aves han desaparecido
debido a la maldad que hay en la tierra.
Pues la gente ha dicho:
«¡El Señor no ve nuestro futuro!».
«Si te cansa competir contra simples hombres,
¿cómo podrás correr contra caballos?
Si tropiezas y caes en campo abierto,