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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
52:2-12
Levántate del polvo, oh Jerusalén,
y siéntate en un lugar de honor.
Quítate del cuello las cadenas de la esclavitud,
oh hija cautiva de Sión.
Pues esto dice el Señor:
«Cuando te vendí al destierro,
no recibí pago alguno;
ahora puedo redimirte
sin tener que pagar por ti».
Esto dice el Señor Soberano: «Hace mucho tiempo, mi pueblo decidió
vivir en Egipto. Ahora es Asiria la que lo oprime. ¿Qué es esto? —pregunta
el Señor—. ¿Por qué está esclavizado mi pueblo nuevamente? Quienes
lo gobiernan gritan de júbilo; todo el día blasfeman mi nombre. Pero yo
revelaré mi nombre a mi pueblo, y llegará a conocer mi poder. Entonces,
por fin mi pueblo reconocerá que soy yo quien le habla».
¡Qué hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que trae buenas noticias,
buenas noticias de paz y de salvación,
las noticias de que el Dios de Israel reina!
Los centinelas gritan y cantan de alegría,
porque con sus propios ojos
ven al Señor regresando a Jerusalén.
Que las ruinas de Jerusalén canten de alegría,
porque el Señor ha consolado a su pueblo;
ha redimido a Jerusalén.
El Señor ha manifestado su santo poder
ante los ojos de todas las naciones,
y todos los confines de la tierra verán
la victoria de nuestro Dios.
¡Salgan! Salgan y dejen atrás su cautiverio,
donde todo lo que tocan es impuro.
Salgan de allí y purifíquense,
ustedes que vuelven a su tierra con los objetos sagrados del Señor.
No saldrán con prisa,
como quien corre para salvar su vida.
Pues el Señor irá delante de ustedes;
atrás los protegerá el Dios de Israel.