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INMERSOS EN AMÓS
del siglo viii a. C., el reino del norte de Israel
alcanzó su más alto nivel de prosperidad y fuerza bajo el largo reinado
de Jeroboam II. Los líderes y nobles de Israel se deleitaron en la gloria y el poder de su éxito económico y pericia militar. Pensaban que
eso reflejaba el favor y las bendiciones de Dios sobre ellos. Después
de todo, ¿acaso no traían ofrendas lujosas a los dioses del templo de
Betel, el cual era el santuario del rey y el lugar nacional de adoración,
y a los otros altares como los de Gilgal y Dan?
Pero su orgullo se vio perturbado por las palabras de un pastor de un
pequeño pueblo del reino del sur: «Los santuarios de Israel serán destruidos; acabaré de forma repentina con la dinastía del rey Jeroboam».
¿Por qué el profeta Amós habría pronunciado esas palabras funestas al
pueblo? En medio de su comodidad y su riqueza, el Señor había visto la
verdad: «Pisotean en el polvo a los indefensos y quitan a los oprimidos
del camino». La descarada confianza de Israel en sí misma descansaba
sobre adoración idólatra, grave injusticia y maltrato a los pobres. De
manera que Dios envió su mensaje para advertirle al reino del norte de
su inminente juicio y caída.
Los líderes de Israel le prestaron a la advertencia de Amós la atención que pensaban que se merecía: lo echaron fuera del reino y le
dijeron que llevara su mensaje de regreso a Judá de donde provenía.
De modo que Amós partió, pero sus profecías fueron escritas para preservarlas como testimonio permanente contra las injusticias que serían
la ruina del reino del norte. Amós se convirtió en el primero de los «profetas escritores» cuyas palabras se reunieron para nosotros en la Biblia.
E N L A P R I M E R A M I TA D
El libro de Amós comienza por establecer la credibilidad de sus advertencias. Su introducción especifica que recibió el mensaje «dos años
antes del terremoto». Amós había predicho lo siguiente: «La tierra
temblará a causa de sus acciones y todos harán duelo. La tierra subirá
como el río Nilo en tiempo de inundaciones; se levantará y volverá a
hundirse». Cuando llegó ese terremoto, fue devastador. Los geólogos
han encontrado evidencia en muchos sitios de una destrucción repentina y extensa consistente con un terremoto masivo más tarde en el
reinado de Jeroboam II.
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