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INMERSIÓN
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P R O F E TA S
36:7-20
quiebra bajo tu peso y te atraviesa la mano. ¡El faraón, rey de Egipto,
no es nada confiable!
»Tal vez me digas: “¡Confiamos en el Señor nuestro Dios!”;
pero ¿no es él a quien Ezequías insultó? ¿Acaso no fue Ezequías
quien derribó sus santuarios y altares, e hizo que todos en Judá y en
Jerusalén adoraran solo en el altar que hay aquí, en Jerusalén?
»¡Se me ocurre una idea! Llega a un acuerdo con mi amo, el rey
de Asiria. Yo te daré dos mil caballos, ¡si es que puedes encontrar
esa cantidad de hombres para que los monten! Con tu pequeño
ejército, ¿cómo se te ocurre desafiar siquiera al contingente más débil
de las tropas de mi amo, aunque contaras con la ayuda de los carros
de guerra y sus conductores de Egipto? Es más, ¿crees que hemos
invadido tu tierra sin la dirección del Señor? El Señor mismo nos
dijo: “¡Ataquen esta tierra y destrúyanla!”».
Entonces tanto Eliaquim como Sebna y Joa le dijeron al jefe del Estado
Mayor asirio:
—Por favor, háblanos en arameo porque lo entendemos bien. No hables
en hebreo, porque oirá la gente que está sobre la muralla.
Pero el jefe del Estado Mayor de Senaquerib respondió:
—¿Ustedes creen que mi amo les envió este mensaje solo a ustedes y a
su amo? Él quiere que todos los habitantes lo oigan porque, cuando sitiemos a esta ciudad, ellos sufrirán junto con ustedes. Tendrán tanta hambre
y tanta sed que comerán su propio excremento y beberán su propia orina.
Después el jefe del Estado Mayor se puso de pie y le gritó en hebreo a
la gente que estaba sobre la muralla: «¡Escuchen este mensaje del gran
rey de Asiria! El rey dice lo siguiente: “No dejen que Ezequías los engañe.
Él jamás podrá librarlos. No permitan que los haga confiar en el Señor
diciéndoles: ‘Con toda seguridad el Señor nos librará. ¡Esta ciudad nunca
caerá en manos del rey asirio!’.
»”¡No escuchen a Ezequías! El rey de Asiria les ofrece estas condiciones: hagan las paces conmigo; abran las puertas y salgan. Entonces cada
uno de ustedes podrá seguir comiendo de su propia vid y de su propia
higuera, y bebiendo de su propio pozo. Me encargaré de llevarlos a otra
tierra como esta: una tierra de grano y vino nuevo, de pan y viñedos.
»”No dejen que Ezequías los engañe al decir: ‘¡El Señor nos librará!’.
¿Acaso los dioses de cualquier otra nación alguna vez han salvado a su pueblo del rey de Asiria? ¿Qué les sucedió a los dioses de Hamat y de Arfad?
¿Y qué me dicen de los dioses de Sefarvaim? ¿Algún dios libró a Samaria
de mi poder? ¿Cuál de los dioses de alguna nación ha podido salvar alguna
vez a su pueblo de mi poder? ¿Qué les hace pensar entonces que el Señor
puede librar a Jerusalén de mis manos?”».