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INMERSIÓN
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P O E TA S
56:2–57:2
Mis enemigos me atacan todo el día.
Los que me calumnian no dejan de acosarme,
y muchos me atacan descaradamente.
Pero cuando tenga miedo,
en ti pondré mi confianza.
Alabo a Dios por lo que ha prometido.
En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo?
¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?
Siempre tergiversan lo que digo;
se pasan el día tramando cómo hacerme daño.
Se juntan para espiarme;
vigilan cada paso que doy, ansiosos de matarme.
No permitas que estos malvados se salgan con la suya;
en tu enojo, oh Dios, derríbalos.
Tú llevas la cuenta de todas mis angustias
y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco;
has registrado cada una de ellas en tu libro.
Mis enemigos emprenderán la retirada cuando yo clame a ti por
ayuda.
Una cosa sé: ¡Dios está de mi lado!
Alabo a Dios por lo que ha prometido;
sí, alabo al Señor por lo que ha prometido.
En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo?
¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?
Cumpliré los votos que te hice, oh Dios,
y ofreceré un sacrificio de gratitud por tu ayuda.
Pues me rescataste de la muerte;
no dejaste que mis pies resbalaran.
Así que ahora puedo caminar en tu presencia, oh Dios,
en tu luz que da vida.
SALMO 57
Para el director del coro: salmo de David, acerca de cuando huyó de Saúl y entró
en una cueva. Cántese con la melodía de «¡No destruyas!».
¡Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia!
En ti busco protección.
Me esconderé bajo la sombra de tus alas
hasta que haya pasado el peligro.
Clamo al Dios Altísimo,