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INMERSIÓN
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P O E TA S
¿Me he regodeado de mi riqueza
y de todo lo que poseo?
»¿He mirado alguna vez al sol que brilla en los cielos
o a la luna que recorre su sendero de plata,
y he sido seducido en lo secreto de mi corazón
a lanzarles besos de adoración?
Si así fuera, los jueces deberían castigarme,
porque significaría que he negado al Dios del cielo.
»¿Me he alegrado alguna vez cuando una calamidad ha herido
a mis enemigos
o me entusiasmé cuando les ha tocado sufrir?
No, nunca he pecado por maldecir a nadie
ni por pedir venganza.
»Mis siervos nunca han dicho:
“Él dejó que otros pasaran hambre”.
Nunca he negado la entrada a un desconocido,
más bien, he abierto mis puertas a todos.
»¿He intentado ocultar mis pecados como hacen otros,
escondiendo mi culpa en el corazón?
¿Acaso me he quedado callado
y encerrado por miedo a la multitud
o al desprecio de las masas?
»¡Si tan solo alguien me escuchara!
Miren, voy a respaldar mi defensa con mi firma.
Que el Todopoderoso me responda;
que escriba los cargos que tiene contra mí.
Me enfrentaría a la acusación con orgullo,
y la llevaría como una corona.
Pues le diría exactamente lo que he hecho;
vendría ante él como un príncipe.
»Si mi tierra me acusa
y todos sus surcos claman juntos contra mí,
o si he robado sus cosechas
o he matado a sus propietarios,
entonces que en esa tierra crezcan cardos en lugar
de trigo,
y malezas en lugar de cebada».
Aquí terminan las palabras de Job.
31:25-40