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INMERSIÓN
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P O E TA S
13:21–14:10
quítame de encima tu mano dura
y no me atemorices con tu temible presencia.
Ahora llámame, ¡y te responderé!
O deja que te hable y contéstame tú.
Dime, ¿qué he hecho mal?
Muéstrame mi rebelión y mi pecado.
¿Por qué te alejas de mí?
¿Por qué me tratas como a tu enemigo?
¿Atemorizarías a una hoja llevada por el viento?
¿Perseguirías a la paja seca?
»Escribes amargas acusaciones en mi contra
y sacas a relucir todos los pecados de mi juventud.
Pones mis pies en el cepo,
examinas todos mis caminos
y rastreas todas mis pisadas.
Me consumo como madera que se pudre,
como un abrigo carcomido por la polilla.
»¡Qué frágil es el ser humano!
¡Qué breve es la vida, tan llena de dificultades!
Brotamos como una flor y después nos marchitamos;
desaparecemos como una sombra pasajera.
¿Tienes que vigilar a una criatura tan frágil
y exiges que yo te rinda cuentas?
¿Quién podrá sacar pureza de una persona impura?
¡Nadie!
Tú has determinado la duración de nuestra vida.
Tú sabes cuántos meses viviremos,
y no se nos concederá ni un minuto más.
Así que, ¡déjanos tranquilos, déjanos descansar!
Somos como los jornaleros, entonces déjanos terminar nuestro
trabajo en paz.
»¡Hasta un árbol tiene más esperanza!
Si lo cortan, volverá a brotar
y le saldrán nuevas ramas.
Aunque sus raíces hayan envejecido en la tierra
y su tocón esté podrido,
al sentir el agua renacerá
y echará nuevos brotes como un árbol recién plantado.
»En cambio, cuando los seres humanos mueren, pierden su fuerza;
dan su último suspiro, y después, ¿dónde están?