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INMERSIÓN
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P O E TA S
25:15–26:2
La paciencia puede persuadir al príncipe,
y las palabras suaves pueden quebrar los huesos.
¿Te gusta la miel?
¡No comas demasiada, porque te darán ganas de vomitar!
No visites a tus vecinos muy seguido,
porque se cansarán de ti y no serás bienvenido.
Decir mentiras acerca de otros
es tan dañino como golpearlos con un hacha,
herirlos con una espada
o lanzarles una flecha afilada.
Confiar en alguien inestable en tiempos de angustia
es como masticar con un diente roto o caminar con un pie cojo.
Cantar canciones alegres a quien tiene el corazón afligido
es como quitarle a alguien el abrigo cuando hace frío
o echarle vinagre a una herida.
Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer.
Si tienen sed, dales agua para beber.
Amontonarás carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza,
y el Señor te recompensará.
Tan cierto como que el viento del norte trae lluvia,
¡la lengua chismosa causa enojo!
Mejor vivir solo en un rincón de la azotea
que en una casa preciosa con una esposa que busca pleitos.
Las buenas noticias que llegan de lejos
son como el agua fresca para el que tiene sed.
Si el justo se doblega ante el perverso,
es como contaminar una fuente o enturbiar un manantial.
No es bueno comer mucha miel
ni buscar honores para uno mismo.
Una persona sin control propio
es como una ciudad con las murallas destruidas.
Como la nieve no es para el verano ni la lluvia para la cosecha,
tampoco el honor es para los necios.
Como gorrión que revolotea o golondrina que vuela sin rumbo,
la maldición inmerecida no llegará a quien iba dirigida.