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INMERSIÓN
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P O E TA S
17:22–18:10
El corazón alegre es una buena medicina,
pero el espíritu quebrantado consume las fuerzas.
Los perversos aceptan sobornos a escondidas
para pervertir el curso de la justicia.
Los sensatos mantienen sus ojos en la sabiduría,
pero los ojos del necio vagan por los confines de la tierra.
Los hijos necios traen dolor a su padre
y amargura a la que los dio a luz.
Está mal castigar al justo por ser bueno
o azotar a los líderes por ser honestos.
El verdadero sabio emplea pocas palabras;
la persona con entendimiento es serena.
Hasta los necios pasan por sabios si permanecen callados;
parecen inteligentes cuando mantienen la boca cerrada.
La gente poco amistosa solo se preocupa de sí misma;
se opone al sentido común.
A los necios no les interesa tener entendimiento;
solo quieren expresar sus propias opiniones.
Hacer el mal resulta en la vergüenza,
y la conducta escandalosa trae desprecio.
Las palabras sabias son como aguas profundas;
la sabiduría fluye del sabio como un arroyo burbujeante.
No es correcto absolver al culpable
o negarle la justicia al inocente.
Con sus palabras, los necios se meten continuamente en pleitos;
van en busca de una paliza.
La boca de los necios es su ruina;
quedan atrapados por sus labios.
Los rumores son deliciosos bocaditos
que penetran en lo profundo del corazón.
El perezoso es tan malo
como el que destruye cosas.
El nombre del Señor es una fortaleza firme;
los justos corren a él y quedan a salvo.