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INMERSIÓN
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P O E TA S
Levantemos nuestro corazón y nuestras manos
al Dios del cielo y digamos:
«Hemos pecado y nos hemos rebelado,
y no nos has perdonado.
»Nos envolviste en tu enojo, nos perseguiste
y nos masacraste sin misericordia.
Te escondiste en una nube
para que nuestras oraciones no pudieran llegar a ti.
Nos desechaste como a basura y como a desperdicio
entre las naciones.
»Todos nuestros enemigos
se han pronunciado en contra de nosotros.
Estamos llenos de miedo,
porque nos encontramos atrapados, destruidos y arruinados».
¡Ríos de lágrimas brotan de mis ojos
por la destrucción de mi pueblo!
Mis lágrimas corren sin cesar;
no pararán
hasta que el Señor mire
desde el cielo y vea.
Se me destroza el corazón
por el destino de todas las mujeres de Jerusalén.
Mis enemigos, a quienes nunca les hice daño,
me persiguieron como a un pájaro.
Me arrojaron a un hoyo
y dejaron caer piedras sobre mí.
El agua subió hasta cubrir mi cabeza
y yo exclamé: «¡Este es el fin!».
Pero desde lo profundo del hoyo,
invoqué tu nombre, Señor.
Me oíste cuando clamé: «¡Escucha mi ruego!
¡Oye mi grito de socorro!».
Así fue, cuando llamé, tú viniste;
me dijiste: «No tengas miedo».
Señor, has venido a defenderme;
has redimido mi vida.
Viste el mal que me hicieron, Señor;
sé mi juez y demuestra que tengo razón.
Has visto los planes vengativos
que mis enemigos han tramado contra mí.
3:41-60