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INMERSIÓN
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P O E TA S
109:9-24
Que sus hijos queden huérfanos de padre,
y su esposa quede viuda.
Que sus hijos vaguen como mendigos
y que los echen de sus hogares destruidos.
Que los acreedores se apoderen de toda su propiedad,
y que los extraños se lleven todo lo que ha ganado.
Que nadie sea amable con él;
que ninguno tenga piedad de sus hijos sin padre.
Que toda su descendencia muera;
que el nombre de su familia quede borrado en la próxima
generación.
Que el Señor jamás olvide los pecados de su padre;
que los pecados de su madre nunca se borren de los
registros.
Que el Señor siempre recuerde estos pecados,
y que su nombre desaparezca de la memoria humana.
Pues rehusó mostrar bondad a los demás;
persiguió al pobre y al necesitado,
y acosó hasta la muerte a los de corazón quebrantado.
Le encantaba maldecir a otros;
ahora, maldícelo tú a él.
Jamás bendijo a nadie;
ahora, no lo bendigas a él.
Maldecir le resulta tan natural como la ropa que usa,
o el agua que bebe
o los alimentos deliciosos que come.
Ahora, que sus maldiciones se vuelvan en su contra y se le peguen
como la ropa;
que le aprieten como un cinturón».
Que esas maldiciones sean el castigo del Señor
para los acusadores que hablan mal de mí.
Pero a mí trátame bien, oh Señor Soberano,
¡por el honor de tu propia fama!
Rescátame
porque eres tan fiel y tan bueno.
Pues soy pobre y estoy necesitado,
y mi corazón está lleno de dolor.
Me desvanezco como una sombra al anochecer;
me quitan de encima como una langosta.
Mis rodillas están débiles de tanto ayunar
y estoy reducido a piel y huesos.