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INMERSIÓN
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ORÍGENES
42:22-38
«¿No les dije yo que no pecaran contra el muchacho? —preguntó
Rubén—. Pero ustedes no me hicieron caso, ¡y ahora tenemos que responder por su sangre!».
Obviamente ellos no sabían que José entendía lo que decían, pues él
les hablaba mediante un intérprete. Entonces José se apartó de ellos y comenzó a llorar. Cuando recuperó la compostura, volvió a hablarles. Entonces escogió a Simeón e hizo que lo ataran a la vista de los demás hermanos.
Después José ordenó a sus siervos que llenaran de grano los costales de
los hombres, pero también les dio instrucciones secretas de que devolvieran el dinero del pago y lo pusieran en la parte superior del costal de cada
uno de ellos. Además les dio provisiones para el viaje. Así que los hermanos cargaron sus b urros con el grano y emprendieron el regreso a casa.
Cuando se detuvieron a pasar la noche y uno de ellos abrió su costal a fin
de sacar grano para su burro, encontró su dinero en la abertura del costal.
«¡Miren! —exclamó a sus hermanos—. Me devolvieron el dinero. ¡Aquí
está en mi costal!». Entonces se les desplomó el corazón y, temblando, se
decían unos a otros: «¿Qué nos ha hecho Dios?».
Cuando los hermanos llegaron a donde estaba su padre Jacob, en la
tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había sucedido. «El hombre
que gobierna la nación nos habló con mucha dureza —le dijeron—. Nos
acusó de ser espías en su tierra, pero nosotros le dijimos: “Somos hombres
honrados, no espías. Somos doce hermanos, hijos del mismo padre. Uno
de nuestros hermanos ya no está con nosotros, y el menor está en casa con
nuestro padre, en la tierra de Canaán”.
»Entonces el hombre que gobierna la nación nos dijo: “Comprobaré
si ustedes son hombres honrados de la siguiente manera: dejen a uno de
sus hermanos aquí conmigo, tomen grano para sus familias hambrientas y
regresen a casa; pero deben traerme a su hermano menor. Entonces sabré
que ustedes son hombres honrados y no espías. Después les entregaré a su
hermano, y podrán comerciar libremente en la tierra”».
Luego, al vaciar cada uno su costal, ¡encontraron las bolsas con el dinero que habían pagado por el grano! Los hermanos y su padre quedaron
aterrados cuando vieron las bolsas con el dinero, y Jacob exclamó:
—¡Ustedes me están robando a mis hijos! ¡ José ya no está! ¡Simeón
tampoco! Y ahora quieren llevarse también a Benjamín. ¡Todo está en mi
contra!
Entonces Rubén dijo a su padre:
—Puedes matar a mis dos hijos si no te traigo de regreso a Benjamín. Yo
me hago responsable de él y prometo traerlo a casa.
Pero Jacob le respondió:
—Mi hijo no irá con ustedes. Su hermano José está muerto, y él es todo
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