Inmersion Origenes - Flipbook - Página 85
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G é nesis
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los hijos de Jacob llegaron a Egipto junto con otras personas para comprar
alimento, porque el hambre también había llegado a Canaán.
Como José era gobernador de Egipto y estaba encargado de vender el
grano a todas las personas, sus hermanos tuvieron que acudir a él. Cuando
llegaron, se inclinaron delante de él, con el rostro en tierra. José reconoció a sus hermanos enseguida, pero fingió no conocerlos y les habló con
dureza.
—Ustedes, ¿de dónde vienen? —les preguntó.
—De la tierra de Canaán —contestaron—. Venimos a comprar
alimento.
Aunque José reconoció a sus hermanos, ellos no lo reconocieron a
él. Entonces recordó los sueños que había tenido acerca de ellos hacía
muchos años atrás, y les dijo:
—¡Ustedes son espías! Han venido para ver lo vulnerable que se ha
hecho nuestra tierra.
—¡No, mi señor! —exclamaron—. Sus siervos han venido simplemente
a comprar alimento. Todos nosotros somos hermanos, miembros de la
misma familia. ¡Somos hombres honrados, señor! ¡No somos espías!
—¡Sí, lo son! —insistió José—. Han venido para ver lo vulnerable que
se ha hecho nuestra tierra.
—Señor —dijeron ellos—, en realidad somos doce en total. Nosotros,
sus siervos, somos todos hermanos, hijos de un hombre que vive en la
tierra de Canaán. Nuestro hermano menor quedó con nuestro padre, y
uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros.
Pero José insistió:
—Como dije, ¡ustedes son espías! Voy a comprobar su historia de la siguiente manera: ¡ Juro por la vida del faraón que ustedes nunca se irán de
Egipto a menos que su hermano menor venga hasta aquí! Uno de ustedes
irá a traer a su hermano. Los demás se quedarán aquí, en la cárcel. Así sabremos si su historia es cierta o no. Por la vida del faraón, si resulta que ustedes no tienen un hermano menor, entonces confirmaré que son espías.
Entonces José los metió en la cárcel por tres días. Al tercer día, José les
dijo:
—Yo soy un hombre temeroso de D
ios. Si hacen lo que les digo, vivirán.
Si de verdad son hombres honrados, escojan a uno de sus hermanos para
que se quede en la cárcel. Los demás podrán regresar a casa con el grano
para sus familias que mueren de hambre. Pero deben traerme a su hermano
menor. Eso demostrará que dicen la verdad, y no morirán.
Ellos estuvieron de acuerdo. Y hablando entre ellos, dijeron: «Es obvio
que estamos pagando por lo que le hicimos hace tiempo a José. Vimos su
angustia cuando rogaba por su vida, pero no quisimos escucharlo. Por eso
ahora tenemos este problema».
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