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INMERSIÓN
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ORÍGENES
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quien pronto nombró a José su asistente personal. Lo puso a cargo de
toda su casa y de todas sus posesiones. Desde el día en que José quedó
encargado de la casa y de las propiedades de su amo, el S eñor comenzó a
bendecir la casa de Potifar por causa de José. Todos los asuntos de la casa
marchaban bien, y las cosechas y los animales prosperaron. Pues Potifar le
dio a José total y completa responsabilidad administrativa sobre todas sus
posesiones. Con José a cargo, Potifar no se preocupaba por nada, ¡excepto
qué iba a comer!
José era un joven muy apuesto y bien fornido, y la esposa de Potifar
pronto comenzó a mirarlo con deseos sexuales.
—Ven y acuéstate conmigo —le ordenó ella.
Pero José se negó:
—Mire —le contestó—, mi amo confía en mí y me puso a cargo de
todo lo que hay en su casa. Nadie aquí tiene más autoridad que yo. Él no
me ha negado nada, con excepción de usted, porque es su esposa. ¿Cómo
podría yo cometer semejante maldad? Sería un gran pecado contra Dios.
Día tras día, ella seguía presionando a José, pero él se negaba a acostarse
con ella y la evitaba tanto como podía. Cierto día, sin embargo, José entró
a hacer su trabajo y no había nadie más allí. Ella llegó, lo a garró del manto
y le ordenó: «¡Vamos, acuéstate conmigo!». José se zafó de un tirón, pero
dejó su manto en manos de ella al salir corriendo de la casa.
Cuando ella vio que tenía el manto en las manos y que él había huido,
llamó a sus siervos. Enseguida todos los hombres llegaron corriendo.
«¡Miren! —dijo ella—. ¡Mi esposo ha traído aquí a este esclavo hebreo
para que nos deje en ridículo! Él entró en mi cuarto para violarme, pero
yo grité. Cuando me oyó gritar, salió corriendo y se escapó, pero dejó su
manto en mis manos».
Ella se quedó con el manto hasta que su esposo regresó a la casa. Luego
le contó su versión de lo sucedido: «Ese esclavo hebreo que trajiste a
nuestra casa intentó entrar y aprovecharse de mí; pero, cuando grité, ¡salió
corriendo y dejó su manto en mis manos!».
Potifar se enfureció cuando oyó el relato de su esposa acerca de cómo
José la había tratado. Entonces a garró a José y lo metió en la cárcel donde
estaban los presos del rey. José quedó allí, pero el Señor estaba con José en
la cárcel y le mostró su fiel amor. El Señor hizo que José fuera el preferido
del encargado de la cárcel. Poco después el director puso a José a cargo
de los demás presos y de todo lo que ocurría en la cárcel. El encargado
no tenía de qué preocuparse, porque José se ocupaba de todo. El Señor
estaba con él y lo prosperaba en todo lo que hacía.
Pasado un tiempo, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos del faraón
ofendieron a su señor, el rey. El faraón se enojó con esos dos funcionarios y
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