Inmersion Origenes - Flipbook - Página 78
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INMERSIÓN
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ORÍGENES
38:1-18
En esos días, Judá dejó su casa y se fue a Adulam, donde se quedó con un
hombre llamado Hira. Allí vio a una mujer cananea, la hija de Súa, y se casó
con ella. Cuando se acostaron, ella quedó embarazada y dio a luz un hijo,
y le puso por nombre Er. Después volvió a quedar embarazada y dio a luz
otro hijo, y le puso por nombre Onán. Además, dio a luz un tercer hijo y
lo llamó Sela. Cuando nació Sela, ellos vivían en Quezib.
Con el transcurso del tiempo, Judá arregló que Er, su hijo mayor, se
casara con una joven llamada Tamar. Pero Er era un hombre perverso ante
los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán,
hermano de Er: «Cásate con Tamar, como nuestra ley exige al hermano de
un hombre que haya muerto. Tú debes darle un heredero a tu hermano».
Pero Onán no estaba dispuesto a tener un hijo que no fuera su propio
heredero. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con la mujer de
su hermano, derramaba el semen en el suelo. Esto evitaba que ella tuviera
un hijo de su hermano. Así que el Señor consideró una maldad que Onán
negara un hijo a su hermano muerto, y el Señor también le quitó la vida
a Onán.
Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: «Vuelve a la casa de tus padres
y permanece viuda hasta que mi hijo Sela tenga edad suficiente para casarse contigo». (Pero en realidad, Judá no pensaba hacerlo porque temía
que Sela también muriera, igual que sus dos hermanos). Entonces Tamar
regresó a vivir a la casa de sus padres.
Unos años después, murió la esposa de Judá. Cumplido el período de
luto, Judá y su amigo Hira el adulamita subieron a Timna para supervisar
la esquila de sus ovejas. Alguien le dijo a Tamar: «Mira, tu suegro sube a
Timna para esquilar sus ovejas».
Tamar ya sabía que Sela había crecido, pero aún no se había arreglado
nada para que ella se casara con él. Así que se quitó la ropa de viuda y se
cubrió con un velo para disfrazarse. Luego se sentó junto al camino, a la
entrada de la aldea de Enaim, la cual está rumbo a Timna. Judá la vio y
creyó que era una prostituta, porque ella tenía el rostro cubierto. Entonces
se detuvo y le hizo una propuesta indecente:
—Déjame tener sexo contigo —le dijo, sin darse cuenta de que era su
propia nuera.
—¿Cuánto me pagarás por tener sexo contigo? —preguntó Tamar.
—Te enviaré un cabrito de mi rebaño —prometió Judá.
—¿Pero qué me darás como garantía de que enviarás el cabrito? —preguntó ella.
—¿Qué clase de garantía quieres? —respondió él.
Ella contestó:
—Déjame tu sello de identidad junto con su cordón, y el bastón que
llevas.
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