Inmersion Origenes - Flipbook - Página 71
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G é nesis
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circuncidado. ¡Sería una vergüenza para nuestra hermana casarse con un
hombre como tú! Pero hay una solución. Si todos los varones entre ustedes
se circuncidan, como lo hicimos nosotros, entonces les entregaremos a
nuestras hijas y tomaremos a las hijas de ustedes para nosotros. Viviremos
entre ustedes y seremos un solo pueblo; pero si no aceptan circuncidarse,
tomaremos a nuestra hermana y nos marcharemos.
Hamor y su hijo Siquem aceptaron la propuesta. Siquem no demoró en
cumplir con el requisito, porque deseaba con desesperación a la hija de
Jacob. Siquem era un miembro muy respetado de su familia, y acompañó
a su padre, Hamor, a presentar la propuesta a los líderes que estaban a las
puertas de la ciudad.
Les dijeron: «Esos hombres son nuestros amigos. Invitémoslos a vivir
entre nosotros y comerciemos libremente. Miren, hay suficiente t ierra para
mantenerlos. Podemos tomar a sus hijas como esposas y permitir que ellos
se casen con las nuestras. Pero ellos aceptarán quedarse aquí y formar un
solo pueblo con nosotros únicamente si nuestros hombres se circuncidan,
como lo hicieron ellos. Además, si nosotros lo hacemos, todos sus animales y sus posesiones con el tiempo serán nuestros. Vamos, aceptemos sus
condiciones y dejemos que se establezcan entre nosotros».
Todos los hombres del consejo estuvieron de acuerdo con Hamor y Siquem, y todos los varones de la ciudad fueron circuncidados. Sin embargo,
tres días después, cuando aún estaban adoloridos, dos de los hijos de Jacob
—Simeón y Leví—, que eran hermanos de Dina por parte de padre y de
madre, tomaron sus espadas y entraron en la ciudad sin encontrar resistencia. Entonces masacraron a todos los varones, entre ellos Hamor y su
hijo Siquem. Los mataron a espada, y después sacaron a Dina de la casa de
Siquem y regresaron a su campamento.
Mientras tanto, los demás hijos de Jacob llegaron a la ciudad. Al encontrar masacrados a los hombres, saquearon la ciudad, porque allí habían
deshonrado a su hermana. Se apoderaron de todos los rebaños, las manadas y los b urros; se llevaron todo lo que pudieron, tanto de adentro de la
ciudad como de los campos. Robaron todas las riquezas y saquearon las
casas. También tomaron a todos los niños y a las mujeres, y se los llevaron
cautivos.
Después, Jacob les dijo a Simeón y a Leví:
—¡Ustedes me han arruinado! Me han hecho despreciable ante todos
los pueblos de esta tierra: los cananeos y los ferezeos. Nosotros somos
tan pocos que ellos se unirán y nos aplastarán. ¡Me destruirán, y toda mi
familia será aniquilada!
—¿Pero cómo íbamos a permitir que él tratara a nuestra hermana como
a una prostituta? —replicaron ellos, enojados.
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