Inmersion Origenes - Flipbook - Página 69
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G é nesis
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Entonces Jacob levantó la vista y vio a Esaú, quien se acercaba con sus
cuatrocientos hombres. Por eso, repartió a los niños entre Lea, Raquel y
sus dos esposas esclavas. Colocó en el frente a sus dos esposas esclavas con
sus respectivos hijos, después a Lea con sus hijos, y por último a Raquel y
a José. Entonces Jacob se adelantó a todos ellos. Cuando se aproximó a su
hermano, se inclinó hasta el suelo siete veces delante de él. Entonces Esaú
corrió a su encuentro y lo abrazó, puso los brazos alrededor de su cuello
y lo besó. Y ambos lloraron.
Después Esaú miró a las mujeres y a los niños, y preguntó:
—¿Quiénes son esas personas que vienen contigo?
—Son los hijos que D
ios, en su misericordia, me ha dado a mí, tu siervo
—contestó Jacob.
Después las esposas esclavas se presentaron con sus hijos y se inclinaron ante él. Luego se presentó Lea con sus hijos, quienes también
se inclinaron ante él. Finalmente se presentaron José y Raquel, y ambos se
inclinaron ante él.
—¿Y qué eran todos esos rebaños y esas manadas que encontré en el
camino? —preguntó Esaú.
—Son un regalo, mi señor, para asegurar tu amistad —contestó Jacob.
—Hermano mío, yo tengo más que suficiente —dijo Esaú—. Guarda
para ti lo que tienes.
—No —insistió Jacob—, si he logrado tu favor, te ruego que aceptes
este regalo de mi parte. ¡Y qué alivio es ver tu amigable sonrisa! ¡Es como
ver el rostro de Dios! Por favor, acepta este regalo que te traje, porque Dios
ha sido muy generoso conmigo. Yo tengo más que suficiente.
Debido a la insistencia de Jacob, Esaú finalmente aceptó el regalo.
—Bien —dijo Esaú—, vamos. Yo iré delante de ti.
Pero Jacob respondió:
—Tú mismo puedes ver, mi señor, que algunos de los niños son muy
pequeños, y los rebaños y las manadas también tienen sus crías. Si se les
hace caminar mucho, aunque fuera un solo día, todos los animales podrían morir. Por favor, mi señor, ve tú primero. Nosotros iremos detrás
más lento, a un ritmo que sea cómodo para los animales y para los niños.
Nos encontraremos en Seir.
—De acuerdo —dijo Esaú—, pero déjame al menos asignarte a algunos
de mis hombres para que los guíen y los protejan.
—No es necesario —respondió Jacob—. ¡Basta que me hayas recibido
amigablemente, mi señor!
Entonces Esaú se dio la vuelta y emprendió el camino de regreso a Seir
ese mismo día. Jacob, en cambio, viajó hasta Sucot. Allí se construyó una
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