Inmersion Origenes - Flipbook - Página 65
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G é nesis
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en secreto y nunca le dijeron que se iban. De ese modo Jacob se llevó todas
sus pertenencias y cruzó el río Éufrates en dirección a la zona montañosa
de Galaad.
Tres días después, le avisaron a Labán que Jacob había huido. Entonces él
reunió a un grupo de sus parientes y emprendió la búsqueda. Alcanzó a
Jacob siete días después en la zona montañosa de Galaad; pero la noche
anterior, D
ios se le había aparecido a Labán el arameo en un sueño y le
había dicho: «Te advierto que dejes en paz a Jacob».
Labán alcanzó a Jacob, quien acampaba en la zona montañosa de Galaad, y armó su campamento no muy lejos del campamento de Jacob.
—¿Qué pretendes engañándome de esa manera? —preguntó Labán—.
¿Cómo te atreves a llevarte a mis hijas como si fueran prisioneras de
guerra? ¿Por qué huiste en secreto? ¿Por qué me engañaste? ¿Y por qué
no me dijiste que querías marcharte? Yo te habría hecho una fiesta de despedida con cánticos y música, al son de panderetas y arpas. ¿Por qué no
me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos, y despedirme de ellos? ¡Has
actuado como un necio! Yo podría destruirte, pero el Dios de tu padre se
me apareció anoche y me advirtió: “¡Deja en paz a Jacob!”. Puedo entender
que sientas que debes irte y anhelas intensamente la casa de tu padre, pero
¿por qué robaste mis dioses?
—Me apresuré a irme porque tuve miedo —contestó Jacob—. Pensé
que me quitarías a tus hijas por la fuerza. Ahora, en cuanto a tus dioses, si
puedes encontrarlos, ¡que muera la persona que los haya tomado! Si encuentras alguna otra cosa que te pertenezca, identifícala delante de estos
parientes nuestros, y yo te la devolveré.
Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos de familia.
Labán fue a buscar primero en la carpa de Jacob, luego entró en la de
Lea y después buscó en las carpas de las dos esposas esclavas, pero no
encontró nada. Por último fue a la carpa de Raquel, pero Raquel había
tomado los ídolos y los había escondido en la montura de su camello, y
estaba sentada encima de ellos. Cuando Labán terminó de buscar en cada
rincón de la carpa sin encontrarlos, ella le dijo a su padre: «Por favor, perdone, mi señor, si no me levanto ante usted. Es que estoy con mi período
menstrual». Labán, pues, continuó su búsqueda, pero no pudo encontrar
los ídolos de familia.
Entonces Jacob se enojó mucho y desafió a Labán.
—¿Cuál es mi delito? —preguntó él—. ¿Qué mal he hecho para que me
persigas como si fuera un criminal? Has registrado todas mis pertenencias.
¡Muéstrame ahora lo que hayas encontrado que sea tuyo! Ponlo aquí delante de nosotros, a la vista de nuestros parientes, para que todos lo vean.
¡Que ellos juzguen entre nosotros!
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