Inmersion Origenes - Flipbook - Página 41
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G é nesis
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Al anochecer, los dos ángeles llegaron a la entrada de la ciudad de Sodoma.
Lot estaba allí sentado y, cuando los vio, se puso de pie para recibirlos.
Entonces les dio la bienvenida y se inclinó rostro en tierra.
—Señores míos —dijo él—, vengan a mi casa para lavarse los pies, y
sean mis huéspedes esta noche. Entonces mañana podrán levantarse temprano y seguir su camino.
—Oh, no —respondieron ellos—. Pasaremos la noche aquí, en la plaza
de la ciudad.
Pero Lot insistió, y finalmente ellos fueron con él a su casa. Lot preparó
un banquete para ellos, con pan sin levadura recién horneado, y ellos comieron; pero antes de que se fueran a dormir, todos los hombres de Sodoma, tanto jóvenes como mayores, llegaron de todas partes de la ciudad
y rodearon la casa. Y le gritaron a Lot:
—¿Dónde están los hombres que llegaron para pasar la noche contigo?
¡Haz que salgan para que podamos tener sexo con ellos!
Entonces Lot salió de la casa para hablar con ellos y cerró la puerta detrás de sí.
—Por favor, hermanos míos —suplicó—, no hagan una cosa tan perversa. Miren, tengo dos hijas vírgenes. Déjenme traerlas, y podrán hacer
con ellas lo que quieran. Pero les ruego que dejen en paz a estos hombres,
porque son mis huéspedes y están bajo mi protección.
—¡Hazte a un lado! —gritaron ellos—. Este tipo llegó a la ciudad como
forastero, ¡y ahora actúa como si fuera nuestro juez! ¡Te trataremos mucho
peor que a esos hombres!
Y se lanzaron contra Lot para tirar la puerta abajo.
Pero los dos ángeles extendieron la mano, metieron a Lot dentro de la
casa y pusieron el c errojo a la puerta. Luego dejaron ciegos a todos los
hombres que estaban en la puerta de la casa, tanto jóvenes como mayores,
los cuales abandonaron su intento de entrar.
Mientras tanto, los ángeles le preguntaron a Lot:
—¿Tienes otros familiares en esta ciudad? Sácalos de aquí, a tus yernos,
hijos, hijas o cualquier otro, porque estamos a punto de destruir este lugar
por completo. El clamor contra esta ciudad es tan grande que ha llegado
hasta el S eñor, y él nos ha enviado para destruirla.
Entonces Lot salió con prisa a contarles a los prometidos de sus hijas:
«¡Rápido, salgan de la ciudad! El Señor está a punto de destruirla»; pero
los jóvenes pensaron que lo decía en broma.
Al amanecer de la mañana siguiente, los ángeles insistieron:
—Apresúrate —le dijeron a Lot—. Toma a tu esposa y a tus dos hijas
que están aquí. ¡Vete ahora mismo, o serás arrastrado en la destrucción de
la ciudad!
Como Lot todavía titubeaba, los ángeles lo a garraron de la mano, y
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