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INMERSIÓN
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ORÍGENES
10:9–11:4
el arca del pacto del Señor y estuvieran delante del Señor para servirlo y
pronunciar bendiciones en su nombre. Esas son las responsabilidades de
ellos hasta el día de hoy. Es por eso que la tribu de Leví no posee ninguna
parte ni porción de la t ierra como las demás tribus israelitas. El propio
Señor es su preciada posesión, tal como el S eñor Dios de Israel les dijo
a los levitas).
«En cuanto a mí, yo me quedé en el monte y en la presencia del Señor
durante cuarenta días y cuarenta noches como lo había hecho la primera
vez. Y nuevamente el S eñor escuchó mis ruegos y accedió a no destruirlos a ustedes. Luego el S eñor me dijo: “Levántate, ponte en marcha de
nuevo y guía al pueblo para que tome posesión de la tierra que juré dar a
sus antepasados”.
»Y ahora, I srael, ¿qué requiere el S eñor tu D
ios de ti? Solo requiere que
temas al S eñor tu Dios, que vivas de la manera que le agrada y que lo
ames y lo sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma. Debes obedecer
siempre los mandatos y los decretos del Señor que te entrego hoy para
tu propio bien.
»Mira, los cielos más altos, y la tierra y todo lo que hay en ella pertenecen al S eñor tu Dios. Sin embargo, el Señor eligió a tus antepasados para
darles su amor. Y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todas las
naciones, como se ve hoy. Así que cambia la actitud de tu corazón y deja
de ser terco.
»Pues el Señor tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores. Él es el
gran D
ios, poderoso e imponente, que no muestra parcialidad y no acepta
sobornos. Se asegura que los huérfanos y las viudas reciban justicia. Les
demuestra amor a los extranjeros que viven en medio de ti y les da ropa y
alimentos. Así que tú también tienes que demostrar amor a los extranjeros
porque tú mismo una vez fuiste extranjero en la tierra de Egipto. Tienes
que temer al Señor tu D
ios, adorarlo y aferrarte a él. Cuando hagas juramentos, que sean solo en su nombre. Solamente él es tu D
ios, el único
digno de tu alabanza, el que ha hecho los milagros poderosos que viste
con tus propios ojos. Cuando tus antepasados llegaron a Egipto, eran solamente setenta personas. ¡Pero ahora el S eñor tu D
ios te ha vuelto tan
numeroso como las estrellas del cielo!
»Ama al S eñor tu Dios y obedece siempre sus requisitos, decretos,
ordenanzas y mandatos. Ten en cuenta que no dirijo estas palabras a tus
hijos, los cuales nunca conocieron la disciplina del Señor tu Dios, ni vieron su grandeza, ni su mano fuerte, ni su brazo poderoso. Ellos no vieron
las señales milagrosas, ni las maravillas que hizo en Egipto contra el faraón y toda su tierra. No vieron lo que el S eñor les hizo a los ejércitos
de Egipto, a sus caballos y a sus c arros de g uerra; ni cómo los ahogó en el
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