Inmersion Origenes - Flipbook - Página 316
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INMERSIÓN
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ORÍGENES
9:4-19
los conquistes rápidamente y los expulses enseguida, tal como el S eñor
te prometió.
»Después de que el Señor tu D
ios haya hecho eso por ti, no digas en
tu corazón: “¡El S eñor nos ha dado esta tierra porque somos muy buena
gente!”. No, no es así. Es por la perversión de las otras naciones que él las
quita de tu camino. No es porque seas tan bueno o porque tengas tanta
integridad que estás a punto de poseer la tierra de ellas. El Señor tu Dios
expulsará a esas naciones de tu paso a causa de la perversidad de ellas y
para cumplir el juramento que les hizo a tus antepasados Abraham, Isaac
y Jacob. Debes reconocer que el S eñor tu Dios no te da esa buena t ierra
porque tú seas bueno. No, porque no lo eres; eres un pueblo terco.
»Recuerda y no olvides jamás cómo hiciste enojar al Señor tu D
ios en
el desierto. Desde el día que saliste de Egipto hasta ahora, vienes rebelándote constantemente contra él. Hasta en el monte Sinaí le provocaste tanto
enojo que estaba dispuesto a destruirte. Eso sucedió cuando yo estaba
en el monte recibiendo las tablas de piedra grabadas con las palabras del
pacto que el S eñor había hecho contigo. Estuve allí cuarenta días y cuarenta noches, y durante todo ese tiempo no probé alimento ni bebí agua.
El Señor me dio las dos tablas en las que Dios había escrito con su propio
dedo todas las palabras que te había hablado desde en medio del fuego
cuando estabas reunido al pie del monte.
»Pasados los cuarenta días y las cuarenta noches, el Señor me entregó
las dos tablas de piedra grabadas con las palabras del pacto. Luego el
Señor me dijo: “¡Levántate! Baja enseguida, porque el pueblo que sacaste
de Egipto se ha c orrompido. ¡Qué pronto se apartaron de la forma en que
les ordené que vivieran! ¡Fundieron oro y se hicieron un ídolo!”.
»El S eñor también me dijo: “He visto lo terco y lo rebelde que es este
pueblo. Quítate del medio, para que lo destruya y borre su nombre de la
faz de la tierra. Luego haré una nación poderosa con tus descendientes,
una nación más fuerte y numerosa que esta gente”.
»Así que, mientras el monte seguía ardiendo en llamas, di la vuelta y
comencé a bajar; en las manos llevaba las dos tablas de piedra grabadas
con las condiciones del pacto. Abajo, ante mis ojos, pude ver que ustedes
habían pecado contra el Señor su Dios. Habían fundido oro y se habían
hecho un becerro. ¡Qué pronto se apartaron del camino que el S eñor
les había ordenado seguir! Entonces tomé las tablas de piedra y las tiré al
suelo, y se partieron en pedazos a la vista de todos.
»Luego me postré hasta el suelo delante del Señor y estuve allí otros
cuarenta días y cuarenta noches. No comí pan ni bebí agua, debido al pecado tan grande que ustedes habían cometido al hacer lo que el Señor
odiaba, con lo cual provocaron su enojo. Tuve miedo de que ese enojo tan
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