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D euteronomio
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momento. Lo hizo para enseñarte que la gente no vive solo de pan, sino
que vivimos de cada palabra que sale de la boca del S eñor. En todos esos
cuarenta años, la ropa que llevabas puesta no se gastó, y tus pies no se ampollaron ni se hincharon. Ten por cierto que, así como un padre disciplina
a su hijo, el Señor tu Dios te disciplina para tu propio bien.
»Por lo tanto, obedece los mandatos del Señor tu Dios andando en sus
caminos y temiéndolo. Pues el S eñor tu D
ios te lleva a una buena tierra,
con arroyos y lagunas, con fuentes de agua y manantiales que brotan a
chorros de los valles y las colinas. Es una t ierra de trigo y cebada, de vides,
higueras y granadas, de aceite de oliva y miel. Es una tierra donde abunda
el alimento y no falta nada. Es una t ierra donde el h ierro es tan común
como las piedras y donde el cobre abunda en las colinas. Cuando hayas
comido hasta quedar satisfecho, asegúrate de alabar al S eñor tu D
ios por
la buena t ierra que te ha dado.
»Sin embargo, ¡ese es el momento cuando debes tener mucho cuidado!
En tu abundancia, ten cuidado de no olvidar al Señor tu D
ios al desobedecer los mandatos, las ordenanzas y los decretos que te entrego hoy.
Pues cuando te sientas satisfecho y hayas prosperado y edificado casas
hermosas donde vivir, cuando haya aumentado mucho el número de tus
rebaños y tu ganado, y se haya multiplicado tu plata y tu oro junto con
todo lo demás, ¡ten mucho cuidado! No te vuelvas orgulloso en esos días
y entonces te olvides del S eñor tu D
ios, quien te rescató de la esclavitud
en la t ierra de Egipto. No olvides que él te guió por el inmenso y terrible
desierto, que estaba lleno de escorpiones y serpientes venenosas, y que era
tan árido y caliente. ¡Él te dio agua de la roca! En el desierto, te alimentó
con maná, un alimento desconocido para tus antepasados. Lo hizo para
humillarte y para ponerte a prueba por tu propio bien. Todo esto lo hizo
para que nunca se te ocurriera pensar: “He conseguido toda esta riqueza
con mis propias fuerzas y energías”. Acuérdate del S eñor tu Dios. Él es
quien te da las fuerzas para obtener riquezas, a fin de cumplir el pacto que
les confirmó a tus antepasados mediante un juramento.
»Pero una cosa te aseguro: si alguna vez te olvidas del Señor tu Dios
y sigues a otros dioses, y les rindes culto y te inclinas ante ellos, sin duda
serás destruido. Tal como el Señor destruyó a otras naciones en tu paso,
así también tú serás destruido si te niegas a obedecer al Señor tu D
ios.
»¡Escucha, Israel! Hoy estás a punto de cruzar el río Jordán para tomar
posesión de la t ierra que pertenece a naciones más grandes y más poderosas que tú. ¡Viven en ciudades con murallas que llegan hasta el cielo! Los
habitantes son altos y fuertes, son descendientes de los famosos gigantes
anaceos. Has escuchado que se dice: “¿Quién puede hacer frente a los anaceos?”. Pero reconoce hoy que el Señor tu Dios es el que cruzará delante
de ti como un fuego devorador para destruirlos. Él los subyugará para que
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