Inmersion Origenes - Flipbook - Página 287
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N ú meros
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»Ahora bien, supongamos que una joven hace un voto o se compromete a sí misma al hacer una promesa impulsiva y luego se casa. Si su
marido llega a saber de su voto o de su promesa y no se opone el día que
se entera, sus votos y sus promesas siguen en pie. Sin embargo, si su marido
se niega a aceptar su voto o promesa impulsiva el día que se entera, sus
compromisos quedarán anulados y el S eñor la perdonará. Pero si se trata
de una viuda o de una divorciada, esta persona deberá cumplir con todos
sus votos y todas sus promesas.
»Ahora bien, supongamos que una mujer está casada y vive en casa
de su esposo cuando ella hace un voto o se compromete a sí misma con
una promesa. Si su marido se entera y no se opone, entonces su voto o
su promesa sigue en pie. Pero si su marido se niega a aceptarlo el día que
se entera, entonces su voto o su promesa quedará anulado y el S eñor la
perdonará. Su marido puede confirmar o anular todo voto o toda promesa
que haya hecho para negarse a sí misma. Pero si no se opone el día que se
entera, esto significa que está de acuerdo con todos sus votos y todas sus
promesas. Si él espera más de un día y entonces intenta anular un voto o
una promesa, él recibirá el castigo por la culpa de ella».
Estas son las ordenanzas que el S eñor le dio a M
oisés acerca de las
relaciones entre el hombre y su esposa y entre el padre y su hija joven que
todavía vive en su casa.
Entonces el Señor le dijo a Moisés: «En nombre del pueblo de Israel,
toma venganza en contra de los madianitas por haber conducido a mi
pueblo a la idolatría. Después morirás y te reunirás con tus antepasados».
Así que Moisés le dijo al pueblo: «Escojan a algunos hombres y ármenlos para pelear la g uerra de venganza del S eñor contra Madián. De cada
tribu de Israel envíen mil hombres a la batalla». Entonces escogieron a mil
hombres de cada tribu de I srael, en total reunieron a doce mil hombres
armados para la batalla. Así que M
oisés envió a mil hombres de cada tribu,
y Finees, hijo del sacerdote Eleazar, los dirigió en la batalla. Llevaban los
objetos sagrados del santuario y las trompetas para dar la orden de ataque. Así que atacaron a Madián, tal como el S eñor le había ordenado a
Moisés, y mataron a todos los hombres. Los cinco reyes madianitas —Evi,
Requem, Zur, Hur y Reba— murieron en la batalla. También mataron a
espada a Balaam, hijo de Beor.
El ejército israelita capturó a las mujeres y a los niños madianitas y tomó
como botín el ganado y los rebaños y toda su riqueza. Quemaron todas
las ciudades y las aldeas donde los madianitas habían vivido. Después que
reunieron el botín y a los cautivos, tanto personas como animales, llevaron
todo a Moisés, al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad de Israel que
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