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É x odo
34:2-14
hiciste pedazos. Prepárate para subir al monte Sinaí mañana temprano y
presentarte delante de mí en la cima del monte. Nadie puede acompañarte.
De hecho, no debe haber nadie en la montaña. Tampoco permitas que los
rebaños ni las manadas pasten cerca del monte».
Entonces Moisés talló dos tablas de piedra como las primeras. Temprano en la mañana, subió al monte Sinaí, tal como el Señor le había
ordenado, con las dos tablas de piedra en las manos.
Después, el Señor descendió en una nube y se quedó allí con Moisés;
y proclamó su propio nombre, Y
ahveh. El S eñor pasó por delante de
Moisés proclamando:
«¡Yahveh! ¡El Señor!
¡El Dios de compasión y misericordia!
Soy lento para enojarme
y estoy lleno de amor inagotable y fidelidad.
Yo derramo amor inagotable a mil generaciones,
y perdono la iniquidad, la rebelión y el pecado.
Pero no absuelvo al culpable,
sino que extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos y sus
nietos;
toda la familia se ve afectada,
hasta los hijos de la tercera y cuarta generación».
Al instante M
oisés se postró hasta el suelo y adoró. Entonces dijo:
—Oh S eñor, si de verdad cuento con tu favor, te ruego que nos acompañes en el viaje. Es cierto que el pueblo es terco y rebelde, pero te pido
que perdones nuestra iniquidad y nuestros pecados. Tómanos como tu
posesión más preciada.
El S eñor respondió:
—Escucha, yo hago un pacto contigo en presencia de todo tu pueblo.
Realizaré milagros que jamás se han hecho en ningún lugar de la t ierra ni
en ninguna otra nación. Todos los que te rodean serán testigos del poder
del Señor, el imponente despliegue de poder que yo haré por medio de
ti. Pero presta atención a todo lo que hoy te ordeno, porque entonces iré
delante de ustedes y expulsaré a los a morreos, a los cananeos, a los hititas,
a los ferezeos, a los heveos y a los jebuseos.
»Ten mucho cuidado de no hacer tratados con los pueblos que viven en
la tierra adonde te diriges. Si los haces, seguirás sus malos caminos y quedarás atrapado. En cambio, deberás destruir sus altares paganos, destrozar
sus columnas sagradas y derribar los postes dedicados a la diosa Asera. No
adores a ningún otro dios, porque el S eñor, cuyo nombre es Celoso, es
Dios celoso de su relación contigo.
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