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INMERSIÓN
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ORÍGENES
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en toda la tierra de Egipto y también a los machos de las primeras crías de
los animales. Por eso ahora sacrifico a todos los machos primer nacidos al
Señor, pero siempre pagamos rescate para recuperar a los primeros hijos
varones”. Esta ceremonia servirá como una marca grabada en la mano o
en la frente. Es un recordatorio de que el Señor nos sacó de Egipto con la
fuerza de su mano poderosa».
Cuando por fin el faraón dejó salir a los israelitas, D
ios no los guió por
el camino principal que atraviesa el territorio filisteo, aunque esa era la
ruta más corta a la Tierra Prometida. Dios dijo: «Si los israelitas llegaran
a enfrentar una batalla, podrían cambiar de parecer y regresar a Egipto».
Por eso Dios los hizo dar un rodeo por el camino del desierto, hacia el
mar Rojo. Así los israelitas salieron de Egipto como un ejército preparado
para la batalla.
Moisés llevó consigo los restos de José, porque José había hecho jurar
a los hijos de I srael que así lo harían cuando dijo: «Pueden estar seguros
de que Dios vendrá a ayudarlos. Cuando eso suceda, llévense de aquí mis
restos con ustedes».
Entonces los israelitas salieron de Sucot y acamparon en Etam, al límite
del desierto. El S eñor iba delante de ellos, y los guiaba durante el día
mediante una columna de nube y les daba luz durante la noche con una
columna de fuego. Esto les permitía viajar de día y de noche. El Señor
nunca quitó de su lugar, delante de ellos, la columna de nube ni la columna
de fuego.
Entonces el Señor le dio a Moisés las siguientes instrucciones: «Ordénales a los israelitas que den la vuelta y acampen cerca de Pi-hahirot,
entre Migdol y el mar. Que acampen allí, a lo largo de la orilla, frente a
Baal-zefón. Entonces el faraón pensará: “Los israelitas están confundidos.
¡Quedaron atrapados en el desierto!”. Y una vez más endureceré el corazón
del faraón, y él saldrá a perseguirlos. Lo haré así para manifestar mi gloria
por medio del faraón y de todo su ejército. ¡Después los egipcios sabrán
que yo soy el S eñor!». Así que los israelitas acamparon donde se les dijo.
Cuando al rey de Egipto le llegó la noticia de que los israelitas habían
huido, el faraón y sus funcionarios cambiaron de parecer. «¿Qué hemos
hecho al permitir que todos estos esclavos israelitas se fueran?», se preguntaban. Entonces el faraón preparó su c arro de g uerra y llamó a sus tropas. Llevó consigo seiscientos de los mejores c arros de guerra, junto con
los demás carros de Egipto, cada uno con su respectivo oficial al mando.
Así que el Señor endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, quien
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