Inmersion Origenes - Flipbook - Página 121
É x odo
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Luego el Señor le dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, y la
t ierra de Egipto quedará en una oscuridad tan densa que podrá palparse».
Entonces M
oisés extendió su mano hacia los cielos, y una densa oscuridad
cubrió toda la t ierra de Egipto por tres días. Durante todo ese tiempo las
personas no pudieron verse unas a otras ni se movieron. Sin embargo, la
luz no faltó en ningún momento donde vivían los israelitas.
Finalmente el faraón llamó a Moisés y le dijo:
—Vayan a adorar al Señor, pero dejen aquí sus rebaños y sus manadas.
Sin embargo, pueden llevarse a sus hijos pequeños.
—¡De ninguna manera! —respondió Moisés—. Tú debes proveernos
de animales para los sacrificios y las ofrendas quemadas que presentaremos al Señor nuestro Dios. Todos nuestros animales deberán ir con nosotros; ni una sola pezuña puede quedar atrás. Tendremos que seleccionar
nuestros sacrificios para el Señor nuestro D
ios de entre esos animales, y
solo sabremos cómo vamos a adorar al S eñor una vez que estemos allí.
Pero el Señor endureció el corazón del faraón una vez más, y no quiso
dejarlos salir.
—¡Lárgate de aquí! —le gritó el faraón a Moisés—. Te advierto: ¡jamás
regreses a verme! El día que me veas la cara, ¡morirás!
—Muy bien —respondió Moisés—. ¡Nunca más volveré a verte!
Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Heriré al faraón y a la tierra de Egipto
con un golpe más. Después, el faraón los dejará salir de su territorio. De
hecho, estará tan desesperado por librarse de ustedes que los obligará a irse
de su tierra. Diles a todos los hombres y a todas las mujeres israelitas que
pidan a sus vecinos egipcios objetos de plata y de oro». (El S eñor había
hecho que los egipcios miraran con agrado al pueblo de I srael. Además,
Moisés era considerado un gran hombre en la t ierra de Egipto, y tanto los
funcionarios del faraón como el pueblo egipcio lo respetaban).
Así que Moisés le dijo al faraón: «Esto dice el Señor: “Hoy, a la medianoche, pasaré por el corazón de Egipto. Todo primer hijo varón de cada
familia de Egipto morirá, desde el hijo mayor del faraón, el que se sienta en
su trono, hasta el hijo mayor de la sirvienta más humilde que trabaja en el
molino. Incluso la primera cría de todos los animales morirá”. Entonces se
oirá un lamento desgarrador por toda la tierra de Egipto, un lamento como
nunca antes hubo ni habrá después. Sin embargo, entre los israelitas habrá
tal tranquilidad que ni siquiera un perro ladrará. Entonces sabrán que el
Señor hace una distinción entre los egipcios y los israelitas. Todos los
funcionarios de Egipto c orrerán a buscarme y caerán al suelo ante mí y me
suplicarán: “¡Por favor, vete! ¡Apresúrate! Y llévate a todos tus seguidores”.
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