Inmersion Origenes - Flipbook - Página 109
É x odo
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de los egipcios. Prometí rescatarlos de la opresión que sufren en Egipto.
Los llevaré a una t ierra donde fluyen la leche y la miel, la t ierra donde
actualmente habitan los cananeos, los hititas, los a morreos, los ferezeos,
los heveos y los jebuseos’”.
»Los ancianos de I srael aceptarán tu mensaje. Entonces tú y los ancianos se presentarán ante el rey de Egipto y le dirán: “El S eñor, Dios de los
hebreos, vino a nuestro encuentro. Así que permítenos, por favor, hacer
un viaje de tres días al desierto para ofrecer sacrificios al S eñor, nuestro
Dios”.
»Pero yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir a menos que sea forzado
por una mano poderosa. Así que levantaré mi mano y heriré a los egipcios
con todo tipo de milagros que realizaré entre ellos. Entonces, al fin, el
faraón los dejará ir. Además haré que los egipcios los miren con agrado.
Les darán obsequios cuando salgan, de modo que no se irán con las manos
vacías. Toda mujer israelita pedirá a sus vecinas egipcias y a las mujeres
extranjeras que vivan con ellas toda clase de objetos de plata y de oro, y
prendas costosas. Con estos vestirán a sus hijos e hijas. Así despojarán a
los egipcios de sus riquezas.
Sin embargo, Moisés protestó de nuevo:
—¿Qué hago si no me creen o no me hacen caso? ¿Qué hago si me
dicen: “El S eñor nunca se te apareció”?
Entonces el Señor le preguntó:
—¿Qué es lo que tienes en la mano?
—Una vara de pastor —contestó Moisés.
—Arrójala al suelo —le dijo el Señor.
Así que Moisés la tiró al suelo, ¡y la vara se convirtió en una serpiente!
Entonces M
oisés saltó hacia atrás.
Pero el Señor le dijo:
—Extiende la mano y agárrala de la cola.
Entonces M
oisés extendió la mano y la a garró, y la serpiente volvió a ser
una vara de pastor.
—Realiza esta señal —le dijo el Señor—, y ellos creerán que el Señor,
el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios
de Jacob, de veras se te apareció.
Luego el Señor le dijo a Moisés:
—Ahora mete la mano dentro de tu manto.
Entonces M
oisés metió la mano dentro de su manto, y cuando la sacó,
la mano estaba blanca como la nieve, afectada por una grave enfermedad
de la piel.
—Ahora vuelve a meter la mano dentro de tu manto —le dijo el Señor.
Así que Moisés metió la mano de nuevo, y cuando la sacó, estaba tan
sana como el resto de su cuerpo.
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