Inmersion Mesias - Flipbook - Página 99
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L U C A S – H echos
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Durante aquellos días, unos profetas viajaron de Jerusalén a Antioquía.
Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie en una de las reuniones y
predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo
el mundo romano. (Esto se cumplió durante el reinado de Claudio). Así
que los creyentes de Antioquía decidieron enviar una ayuda a los herma
nos de Judea, y cada uno dio lo que podía. Así lo hicieron, y confiaron
sus ofrendas a Bernabé y a Saulo para que las llevaran a los ancianos de la
iglesia de Jerusalén.
Por ese tiempo, el rey Herodes Agripa comenzó a perseguir a algunos cre
yentes de la iglesia. Mandó matar a espada al apóstol Santiago (hermano
de Juan). Cuando Herodes vio cuánto esto le agradó al pueblo judío, tam
bién arrestó a Pedro. (Eso sucedió durante la celebración de la Pascua).
Después lo metió en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro escua
drones de cuatro soldados cada uno. Herodes tenía pensado llevar a Pedro
a juicio público después de la Pascua. Pero, mientras Pedro estaba en la
cárcel, la iglesia oraba fervientemente por él.
La noche antes de ser sometido a juicio, Pedro dormía sujetado con dos
cadenas entre dos soldados. Otros hacían guardia junto a la puerta de la
prisión. De repente, una luz intensa iluminó la celda y un ángel del S eñor
se puso frente a Pedro. El ángel lo golpeó en el costado para despertarlo y
le dijo: «¡Rápido! ¡Levántate!». Y las cadenas cayeron de sus muñecas.
Después, el ángel le dijo: «Vístete y ponte tus sandalias». Pedro lo hizo, y
el ángel le ordenó: «Ahora ponte tu abrigo y sígueme».
Así que Pedro salió de la celda y siguió al ángel, pero todo el tiempo
pensaba que era una visión; no se daba cuenta de que en verdad eso es
taba sucediendo. Pasaron el primer puesto de guardia y luego el segundo
y llegaron a la puerta de hierro que lleva a la ciudad, y esta puerta se abrió
por sí sola frente a ellos. De esta manera cruzaron la puerta y empezaron
a caminar por la calle, y de pronto el ángel lo dejó.
Finalmente Pedro volvió en sí. «¡De veras es cierto! —dijo—. ¡El Señor
envió a su ángel y me salvó de Herodes y de lo que los líderes judíos tenían
pensado hacerme!».
Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan
Marcos, donde muchos se habían reunido para orar. Tocó a la puerta de
entrada, y una sirvienta llamada Rode fue a abrir. Cuando ella reconoció la
voz de Pedro, se alegró tanto que, en lugar de abrir la puerta, corrió hacia
adentro y les dijo a todos:
—¡Pedro está a la puerta!
—¡Estás loca! —le dijeron.
Como ella insistía, llegaron a la conclusión: «Debe ser su ángel».
Mientras tanto, Pedro seguía tocando. Cuando por fin abrieron la puerta
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