Inmersion Mesias - Flipbook - Página 87
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L U C A S – H echos
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Al multiplicarse los creyentes rápidamente, hubo muestras de descon
tento. Los creyentes que hablaban griego se quejaban de los que hablaban
hebreo diciendo que sus viudas eran discriminadas en la distribución dia
ria de los alimentos.
De manera que los Doce convocaron a todos los creyentes a una reu
nión. Dijeron: «Nosotros, los apóstoles, deberíamos ocupar nuestro
tiempo en enseñar la palabra de Dios, y no en dirigir la distribución de
alimento. Por lo tanto, hermanos, escojan a siete hombres que sean muy
respetados, que estén llenos del Espíritu y de sabiduría. A ellos les daremos
esa responsabilidad. Entonces nosotros, los apóstoles, podremos dedicar
nuestro tiempo a la oración y a enseñar la palabra».
A todos les gustó la idea y eligieron a Esteban (un hombre lleno de fe y
del Espíritu Santo), a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas
y a Nicolás de Antioquía (quien anteriormente se había convertido a la fe
judía). Estos siete hombres fueron presentados ante los apóstoles, quienes
oraron por ellos y les impusieron las manos.
Así que el mensaje de Dios siguió extendiéndose. El número de creyentes
aumentó en gran manera en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes judíos
también se convirtieron.
Esteban, un hombre lleno de la gracia y del poder de Dios, hacía señales y
milagros asombrosos entre la gente. Cierto día, unos hombres de la sina
goga de los Esclavos Liberados —así la llamaban— comenzaron a debatir
con él. Eran judíos de Cirene, Alejandría, Cilicia y de la provincia de Asia.
Ninguno de ellos podía hacerle frente a la sabiduría y al Espíritu con que
hablaba Esteban.
Entonces persuadieron a unos hombres para que dijeran mentiras
acerca de Esteban. Ellos declararon: «Nosotros lo oímos blasfemar contra
Moisés y hasta contra D
ios». Esto provocó a la gente, a los ancianos y a
los maestros de la ley religiosa. Así que arrestaron a Esteban y lo llevaron
ante el Concilio Supremo.
Los testigos mentirosos dijeron: «Este hombre siempre habla contra el
santo templo y contra la ley de Moisés. Lo hemos oído decir que ese tal
Jesús de Nazaret destruirá el templo y cambiará las costumbres que Moisés
nos transmitió».
En ese momento, todos los del Concilio Supremo fijaron la mirada en
Esteban, porque su cara comenzó a brillar como la de un ángel.
Entonces el sumo sacerdote le preguntó a Esteban:
—¿Son ciertas estas acusaciones?
Esteban dio la siguiente respuesta:
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