Inmersion Mesias - Flipbook - Página 86
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INMERSIÓN
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MESÍAS
5:25-42
oyeron esto, quedaron perplejos y se preguntaban en qué iba a terminar
todo el asunto. Entonces alguien llegó con noticias sorprendentes: «¡Los
hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el templo enseñando
a la gente!».
El capitán fue con los guardias del templo y arrestó a los apóstoles, pero
sin violencia, porque tenían miedo de que la gente los apedreara. Después
llevaron a los apóstoles ante el Concilio Supremo, donde los confrontó el
sumo sacerdote.
—¡Les ordenamos estrictamente que no enseñaran nunca más en nom
bre de ese hombre! —les dijo—. En lugar de eso, han llenado a toda Je
rusalén con la enseñanza acerca de él, ¡y quieren hacernos responsables
de su muerte!
Pero Pedro y los apóstoles respondieron:
—Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a cualquier autori
dad humana. El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús de los muer
tos después de que ustedes lo mataron colgándolo en una cruz. Luego
Dios lo puso en el lugar de honor, a su derecha, como P
ríncipe y Salvador.
Lo hizo para que el pueblo de Israel se arrepintiera de sus pecados y fuera
perdonado. Nosotros somos testigos de estas cosas y también lo es el
Espíritu Santo, dado por Dios a todos los que lo obedecen.
Al oír esto, el Concilio Supremo se enfureció y decidió matarlos; pero
uno de los miembros, un fariseo llamado Gamaliel, experto en la ley reli
giosa y respetado por toda la gente, se puso de pie y ordenó que sacaran de
la sala del Concilio a los apóstoles por un momento. Entonces les dijo a sus
colegas: «Hombres de Israel, ¡tengan cuidado con lo que piensan hacerles
a estos hombres! Hace algún tiempo, hubo un tal Teudas, quien fingía ser
alguien importante. Unas cuatrocientas personas se le unieron, pero a él lo
mataron y todos sus seguidores se fueron cada cual por su camino. Todo el
movimiento se redujo a nada. Después de él, en el tiempo en que se llevó a
cabo el censo, apareció un tal Judas de Galilea. Logró que gente lo siguiera,
pero a él también lo mataron, y todos sus seguidores se dispersaron.
»Así que mi consejo es que dejen a esos hombres en paz. Pónganlos
en libertad. Si ellos están planeando y actuando por sí solos, pronto su
movimiento caerá; pero si es de D
ios, ustedes no podrán detenerlos. ¡Tal
vez hasta se encuentren peleando contra Dios!».
Los otros miembros aceptaron su consejo. Llamaron a los apóstoles y
mandaron que los azotaran. Luego les ordenaron que nunca más hablaran
en el nombre de Jesús y los pusieron en libertad.
Los apóstoles salieron del Concilio Supremo con alegría, porque D
ios
los había considerado dignos de sufrir deshonra por el nombre de Jesús.
Y cada día, en el templo y casa por casa, seguían enseñando y predicando
este mensaje: «Jesús es el Mesías».
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