Inmersion Mesias - Flipbook - Página 85
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L U C A S – H echos
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muchachos se levantaron, lo envolvieron en una sábana, lo sacaron y lo
enterraron.
Como tres horas más tarde, entró su esposa sin saber lo que había pa
sado. Pedro le preguntó:
—¿Fue este todo el dinero que tú y tu esposo recibieron por la venta
de su terreno?
—Sí —contestó ella—, ese fue el precio.
Y Pedro le dijo:
—¿Cómo pudieron ustedes dos siquiera pensar en conspirar para poner
a prueba al Espíritu del Señor de esta manera? Los jóvenes que enterraron
a tu esposo están justo afuera de la puerta, ellos también te sacarán car
gando a ti.
Al instante, ella cayó al suelo y murió. Cuando los jóvenes entraron y
vieron que estaba muerta, la sacaron y la enterraron al lado de su esposo.
Gran temor se apoderó de toda la iglesia y de todos los que oyeron lo que
había sucedido.
Los apóstoles hacían muchas señales milagrosas y maravillas entre la
gente. Y todos los creyentes se reunían con frecuencia en el templo, en el
área conocida como el pórtico de Salomón; pero nadie más se atrevía a
unirse a ellos, aunque toda la gente los tenía en alta estima. Sin embargo,
cada vez más personas —multitudes de hombres y mujeres— creían y se
acercaban al Señor. Como resultado del trabajo de los apóstoles, la gente
sacaba a los enfermos a las calles en camas y camillas para que la sombra de
Pedro cayera sobre algunos de ellos cuando él pasaba. Multitudes llegaban
desde las aldeas que rodeaban a Jerusalén y llevaban a sus enfermos y a los
que estaban poseídos por espíritus malignos, y todos eran sanados.
El sumo sacerdote y sus funcionarios, que eran saduceos, se llenaron
de envidia. Arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública;
pero un ángel del S eñor llegó de noche, abrió las puertas de la cárcel y los
sacó. Luego les dijo: «¡Vayan al templo y denle a la gente este mensaje de
vida!».
Así que, al amanecer, los apóstoles entraron en el templo como se les
había dicho, y comenzaron a enseñar de inmediato.
Cuando llegaron el sumo sacerdote y sus funcionarios, convocaron al
Concilio Supremo, es decir, a toda la asamblea de los ancianos de Israel.
Luego mandaron a sacar a los apóstoles de la cárcel para llevarlos a juicio;
pero cuando los guardias del templo llegaron a la cárcel, los hombres ya
no estaban. Entonces regresaron al Concilio y dieron el siguiente informe:
«La cárcel estaba bien cerrada, los guardias estaban afuera en sus puestos,
pero cuando abrimos las puertas, ¡no había nadie!».
Cuando el capitán de la guardia del templo y los sacerdotes principales
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