Inmersion Mesias - Flipbook - Página 84
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INMERSIÓN
•
MESÍAS
4:26–5:6
“¿Por qué estaban tan enojadas las naciones?
¿Por qué perdieron el tiempo en planes inútiles?
Los reyes de la tierra se prepararon para la batalla,
los gobernantes se reunieron
en contra del Señor
y en contra de su Mesías”.
»De hecho, ¡eso ha ocurrido aquí en esta misma ciudad! Pues Herodes
Antipas, el gobernador Poncio Pilato, los gentiles y el pueblo de I srael es
taban todos unidos en contra de J esús, tu santo siervo, a quien tú ungiste.
Sin embargo, todo lo que hicieron ya estaba determinado de antemano
de acuerdo con tu voluntad. Y ahora, oh Señor, escucha sus amenazas y
danos a nosotros, tus siervos, mucho valor al predicar tu palabra. Extiende
tu mano con poder sanador; que se hagan señales milagrosas y maravillas
por medio del nombre de tu santo siervo Jesús».
Después de esta oración, el lugar donde estaban reunidos tembló y
todos fueron llenos del E
spíritu S anto. Y predicaban con valentía la pa
labra de D
ios.
Todos los creyentes estaban unidos de corazón y en espíritu. Considera
ban que sus posesiones no eran propias, así que compartían todo lo que
tenían. Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del
Señor J esús y la gran bendición de Dios estaba sobre todos ellos. No había
necesitados entre ellos, porque los que tenían terrenos o casas los vendían
y llevaban el dinero a los apóstoles para que ellos lo dieran a los que pasa
ban necesidad.
Por ejemplo, había un tal José, a quien los apóstoles le pusieron el sobre
nombre Bernabé (que significa «hijo de ánimo»). Él pertenecía a la tribu
de Leví y era oriundo de la isla de Chipre. Vendió un campo que tenía y
llevó el dinero a los apóstoles.
Había cierto hombre llamado Ananías quien, junto con su esposa, Safira,
vendió una propiedad; y llevó solo una parte del dinero a los apóstoles
pero afirmó que era la suma total de la venta. Con el consentimiento de su
esposa, se quedó con el resto.
Entonces Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué has permitido que Satanás
llenara tu corazón? Le mentiste al Espíritu Santo y te quedaste con una
parte del dinero. La decisión de vender o no la propiedad fue tuya. Y, des
pués de venderla, el dinero también era tuyo para regalarlo o no. ¿Cómo
pudiste hacer algo así? ¡No nos mentiste a nosotros sino a Dios!».
En cuanto Ananías oyó estas palabras, cayó al suelo y murió. Todos
los que se enteraron de lo sucedido quedaron aterrados. Después unos
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