Inmersion Mesias - Flipbook - Página 83
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L U C A S – H echos
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Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
—Gobernantes y ancianos de nuestro pueblo, ¿nos interrogan hoy
por haber hecho una buena obra a un lisiado? ¿Quieren saber cómo fue
sanado? Déjenme decirles claramente tanto a ustedes como a todo el
pueblo de I srael que fue sanado por el poderoso nombre de J esucristo
de Nazaret, el hombre a quien ustedes crucificaron pero a quien Dios
levantó de los muertos. Pues es Jesús a quien se refieren las Escrituras
cuando dicen:
“La piedra que ustedes, los constructores, rechazaron
ahora se ha convertido en la piedra principal”.
¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo
el cielo, mediante el cual podamos ser salvos.
Los miembros del Concilio quedaron asombrados cuando vieron el
valor de Pedro y de Juan, porque veían que eran hombres comunes sin
ninguna preparación especial en las Escrituras. También los identificaron
como hombres que habían estado con Jesús. Sin embargo, dado que po
dían ver allí de pie entre ellos al hombre que había sido sanado, no hubo
nada que el Concilio pudiera decir. Así que les ordenaron a Pedro y a Juan
que salieran de la sala del Concilio, y consultaron entre ellos.
«¿Qué debemos hacer con estos hombres? —se preguntaban unos a
otros—. No podemos negar que han hecho una señal milagrosa, y todos
en Jerusalén ya lo saben. Así que para evitar que sigan divulgando su pro
paganda aún más, tenemos que advertirles que no vuelvan a hablar con
nadie en el nombre de J esús». Entonces llamaron nuevamente a los após
toles y les ordenaron que nunca más hablaran ni enseñaran en el nombre
de Jesús.
Pero Pedro y Juan respondieron: «¿Acaso piensan que Dios quiere que
los obedezcamos a ustedes en lugar de a él? Nosotros no podemos dejar
de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oído».
Entonces el Concilio los amenazó aún más, pero finalmente los dejaron
ir porque no sabían cómo castigarlos sin desatar un disturbio. Pues todos
alababan a Dios por esa señal milagrosa, la sanidad de un hombre que
había estado lisiado por más de cuarenta años.
Tan pronto como quedaron libres, Pedro y Juan volvieron adonde estaban
los demás creyentes y les contaron lo que los sacerdotes principales y los
ancianos les habían dicho. Cuando los creyentes oyeron las noticias, todos
juntos alzaron sus voces en oración a D
ios: «Oh Señor Soberano, Creador
del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos, hace mucho
tiempo tú hablaste por el Espíritu Santo mediante nuestro antepasado
David, tu siervo, y dijiste:
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