Inmersion Mesias - Flipbook - Página 82
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INMERSIÓN
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MESÍAS
3:14–4:7
ustedes rechazaron y entregaron a Pilato, a pesar de que Pilato había de
cidido ponerlo en libertad. Ustedes rechazaron a ese santo y justo y, en su
lugar, exigieron que soltaran a un asesino. Ustedes mataron al autor de la
vida, pero Dios lo levantó de los muertos. ¡Y nosotros somos testigos de
ese hecho!
»Por la fe en el nombre de Jesús, este hombre fue sanado, y ustedes
saben que él antes era un lisiado. La fe en el nombre de J esús lo ha sanado
delante de sus propios ojos.
»Amigos, yo entiendo que lo que ustedes y sus líderes le hicieron a Jesús
fue hecho en ignorancia; pero Dios estaba cumpliendo lo que los profetas
predijeron acerca del M
esías, que él tenía que sufrir estas cosas. Ahora
pues, arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a D
ios para que sus pecados
sean borrados. Entonces, de la presencia del S eñor vendrán tiempos de
refrigerio y él les enviará nuevamente a J esús, el M
esías designado para
ustedes. Pues él debe permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restaura
ción final de todas las cosas, así como D
ios lo prometió desde hace mucho
mediante sus santos profetas. M
oisés dijo: “El S eñor, Dios de ustedes, les
levantará un P
rofeta como yo de entre su propio pueblo. Escuchen con
atención todo lo que él les diga”. Luego M
oisés dijo: “Cualquiera que no
escuche a ese Profeta será totalmente excluido del pueblo de Dios”.
»Comenzando con Samuel, cada profeta habló acerca de lo que sucede
hoy en día. Ustedes son los hijos de esos profetas y están incluidos en el
pacto que Dios les prometió a sus antepasados. Pues Dios le dijo a Abra
ham: “Todas las familias de la t ierra serán bendecidas por medio de tus
descendientes”. Cuando Dios levantó a su siervo, Jesús, lo envió primero a
ustedes, pueblo de I srael, para bendecirlos al hacer que cada uno se aparte
de sus caminos pecaminosos».
Mientras Pedro y Juan le hablaban a la gente, se vieron enfrentados por
los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y algunos de los sa
duceos. Estos líderes estaban sumamente molestos porque Pedro y Juan
enseñaban a la gente que hay resurrección de los muertos por medio de
Jesús. Los arrestaron y, como ya era de noche, los metieron en la cárcel
hasta la mañana siguiente. Pero muchos de los que habían oído el mensaje
lo creyeron, así que el número de hombres creyentes ascendió a un total
aproximado de cinco mil.
Al día siguiente, el Concilio —integrado por todos los gobernantes, an
cianos y maestros de la ley religiosa— se reunió en Jerusalén. El sumo
sacerdote, Anás, estaba presente junto con Caifás, Juan, Alejandro y otros
parientes del sumo sacerdote. Hicieron entrar a los dos discípulos y les
preguntaron:
—¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho esto?
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