Inmersion Mesias - Flipbook - Página 81
2:41–3:13
L U C A S – H echos
69
Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la
iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.
Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la
comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la C
ena
del Señor), y a la oración.
Un profundo temor reverente vino sobre todos ellos, y los apóstoles
realizaban muchas señales milagrosas y maravillas. Todos los creyentes se
reunían en un mismo lugar y compartían todo lo que tenían. Vendían sus
propiedades y posesiones y compartían el dinero con aquellos en nece
sidad. Adoraban juntos en el templo cada día, se reunían en casas para la
Cena del S eñor y compartían sus comidas con gran gozo y generosidad,
todo el tiempo alabando a Dios y disfrutando de la buena voluntad de
toda la gente. Y cada día el S eñor agregaba a esa comunidad cristiana los
que iban siendo salvos.
Cierta tarde, Pedro y Juan fueron al templo para participar en el servicio
de oración de las tres de la tarde. Mientras se acercaban al templo, llevaban
cargando a un hombre cojo de nacimiento. Todos los días lo ponían junto
a la puerta del templo, la que se llama Hermosa, para que pidiera limosna
a la gente que entraba. Cuando el hombre vio que Pedro y Juan estaban
por entrar, les pidió dinero.
Pedro y Juan lo miraron fijamente, y Pedro le dijo: «¡Míranos!». El
hombre lisiado los miró ansiosamente, esperando recibir un poco de di
nero, pero Pedro le dijo: «Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo
que tengo. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y camina!».
Entonces Pedro tomó al hombre lisiado de la mano derecha y lo ayudó
a levantarse. Y, mientras lo hacía, al instante los pies y los tobillos del hom
bre fueron sanados y fortalecidos. ¡Se levantó de un salto, se puso de pie
y comenzó a caminar! Luego entró en el templo con ellos caminando,
saltando y alabando a Dios.
Toda la gente lo vio caminar y lo oyó adorar a Dios. Cuando se dieron
cuenta de que él era el mendigo cojo que muchas veces habían visto junto a
la puerta Hermosa, ¡quedaron totalmente sorprendidos! Llenos de asom
bro, salieron todos corriendo hacia el pórtico de Salomón, donde estaba
el hombre sujetando fuertemente a Pedro y a Juan.
Pedro vio esto como una oportunidad y se dirigió a la multitud: «Pue
blo de Israel —dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Y por qué nos
quedan viendo como si hubiéramos hecho caminar a este hombre con
nuestro propio poder o nuestra propia rectitud? Pues es el Dios de Abra
ham, de Isaac y de Jacob —el Dios de todos nuestros antepasados— quien
dio gloria a su siervo J esús al hacer este milagro. Es el mismo Jesús a quien
InmersionMesias_NTV.indd 69
8/18/2017 8:41:35 AM