Inmersion Mesias - Flipbook - Página 80
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INMERSIÓN
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MESÍAS
2:26-40
“Veo que el Señor siempre está conmigo.
No seré sacudido, porque él está aquí a mi lado.
¡Con razón mi corazón está contento,
y mi lengua grita sus alabanzas!
Mi cuerpo descansa en esperanza.
Pues tú no dejarás mi alma entre los muertos
ni permitirás que tu Santo se pudra en la tumba.
Me has mostrado el camino de la vida
y me llenarás con la alegría de tu presencia”.
»Queridos hermanos, ¡piensen en esto! Pueden estar seguros de que el
patriarca D
avid no se refería a sí mismo, porque él murió, fue enterrado y
su tumba está todavía aquí entre nosotros; pero él era un profeta y sabía
que Dios había prometido mediante un juramento que uno de los pro
pios descendientes de D
avid se sentaría en su trono. D
avid estaba mirando
hacia el futuro y hablaba de la resurrección del Mesías. Él decía que Dios
no lo dejaría entre los muertos ni permitiría que su cuerpo se pudriera en
la tumba.
»Dios levantó a Jesús de los muertos y de esto todos nosotros somos
testigos. Ahora él ha sido exaltado al lugar de más alto honor en el cielo, a
la derecha de D
ios. Y el Padre, según lo había prometido, le dio el E
spíritu
Santo para que lo derramara sobre nosotros, tal como ustedes lo ven y lo
oyen hoy. Pues D
avid nunca ascendió al cielo; sin embargo, dijo:
“El Señor le dijo a mi Señor:
‘Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,
hasta que humille a tus enemigos
y los ponga por debajo de tus pies’”.
»Por lo tanto, que todos en Israel sepan sin lugar a dudas, que a este
J esús, a quien ustedes crucificaron, ¡ Dios lo ha hecho tanto S eñor como
Mesías!».
Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron
a él y a los demás apóstoles:
—Hermanos, ¿qué debemos hacer?
Pedro contestó:
—Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a
Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus
pecados. Entonces recibirán el regalo del E
spíritu Santo. Esta promesa es
para ustedes, para sus hijos y para los que están lejos, es decir, para todos
los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.
Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con in
sistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».
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