Inmersion Mesias - Flipbook - Página 73
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L u cas – H E C H O S
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Había un hombre bueno y justo llamado José. Era miembro del Conci
lio Supremo judío, pero no había estado de acuerdo con la decisión y las
acciones de los otros líderes religiosos. Era de la ciudad de Judea llamada
Arimatea y esperaba la venida del reino de Dios. Fue a Pilato y le pidió el
cuerpo de J esús. Luego bajó el cuerpo de la cruz, lo envolvió en un largo
lienzo de lino y lo colocó en una tumba nueva que había sido tallada en la
roca. Esto sucedió el viernes por la tarde, el día de preparación, cuando el
día de descanso estaba por comenzar.
Mientras llevaban el cuerpo, las mujeres de Galilea iban detrás y vieron
la tumba donde lo colocaron. Luego fueron a sus casas y prepararon espe
cias y ungüentos para ungir el cuerpo de J esús; pero cuando terminaron
ya había comenzado el día de descanso, así que descansaron como ordena
la ley.
El domingo, muy temprano por la mañana, las mujeres fueron a la tumba,
llevando las especias que habían preparado. Encontraron que la piedra de
la entrada estaba corrida a un costado. Entonces entraron, pero no encon
traron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban allí perplejas, de pronto
aparecieron dos hombres vestidos con vestiduras resplandecientes.
Las mujeres quedaron aterradas y se inclinaron rostro en tierra. Enton
ces los hombres preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos a al
guien que está vivo? ¡Él no está aquí! ¡Ha resucitado! Recuerden lo que les
dijo en Galilea, que el Hijo del Hombre debía ser traicionado y entregado
en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y que resucitaría al
tercer día».
Entonces ellas recordaron lo que Jesús había dicho. Así que regresa
ron corriendo de la tumba a contarles a los once discípulos y a todos los
demás lo que había sucedido. Fueron María Magdalena, Juana, María la
madre de Santiago y varias mujeres más quienes contaron a los apóstoles
lo que pasó. Pero a los hombres el relato les pareció una tontería, y no les
creyeron. Sin embargo, Pedro se levantó de un salto y c orrió a la tumba
para ver por sí mismo. Agachándose, miró hacia adentro y vio solo los
lienzos de lino, vacíos; luego regresó a la casa, preguntándose qué habría
ocurrido.
Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban camino al pueblo de
Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Al ir caminando, hablaban
acerca de las cosas que habían sucedido. Mientras conversaban y hablaban,
de pronto J esús mismo se apareció y comenzó a caminar con ellos; pero
Dios impidió que lo reconocieran.
Él les preguntó:
—¿De qué vienen discutiendo tan profundamente por el camino?
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