Inmersion Mesias - Flipbook - Página 61
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L u cas – H E C H O S
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Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo!
—le dijo—. ¡Baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa».
Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a J esús a
su casa; pero la gente estaba disgustada, y murmuraba: «Fue a hospedarse
en la casa de un pecador de mala fama».
Mientras tanto, Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo:
—Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien
con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.
Jesús respondió:
—La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha de
mostrado ser un verdadero hijo de Abraham. Pues el H
ijo del H
ombre
vino a buscar y a salvar a los que están perdidos.
La multitud escuchaba todo lo que J esús decía, y como ya se acercaba a
Jerusalén, les contó una historia para c orregir la idea de que el reino de
Dios comenzaría de inmediato. Les dijo: «Un hombre de la nobleza fue
llamado a un país lejano para ser coronado rey y luego regresar. Antes de
partir, reunió a diez de sus siervos y dividió entre ellos cinco kilos de plata,
diciéndoles: “Inviertan esto por mí mientras estoy de viaje”; pero sus súb
ditos lo odiaban y enviaron una delegación tras él a decir: “No queremos
que él sea nuestro rey”.
»Después de que lo coronaran rey, volvió y llamó a los siervos a quienes
les había dado el dinero. Quería saber qué ganancias habían tenido. El
primer siervo informó: “Amo, invertí su dinero, ¡y multipliqué diez veces
el monto inicial!”.
»“¡Bien hecho! —exclamó el rey—. Eres un buen siervo. Has sido fiel
con lo poco que te confié, así que como recompensa serás gobernador de
diez ciudades”.
»El siguiente siervo informó: “Amo, invertí su dinero y multipliqué
cinco veces el monto original”.
»“¡Bien hecho! —exclamó el rey—. Serás gobernador de cinco
ciudades”.
»Pero el tercer siervo trajo solo la suma original y dijo: “Amo, escondí
su dinero para protegerlo. Tenía miedo, porque usted es un hombre muy
difícil de tratar, que toma lo que no es suyo y cosecha lo que no sembró”.
»“¡Siervo perverso! —dijo el rey a gritos—. Tus propias palabras te
condenan. Si sabías que era un hombre duro que tomo lo que no es mío y
cosecho lo que no sembré, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco?
Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”.
»Luego, dirigiéndose a los otros que estaban cerca, el rey ordenó: “Qui
ten el dinero de este siervo y dénselo al que tiene cinco kilos”.
»“Pero amo —le dijeron—, él ya tiene cinco kilos”.
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