Inmersion Mesias - Flipbook - Página 58
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INMERSIÓN
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MESÍAS
17:21–18:7
Nunca podrán decir: “¡Aquí está!” o “¡Está por allí!”, porque el reino de
Dios ya está entre ustedes.
Entonces dijo a sus discípulos: «Se acerca el tiempo en que desearán
ver el día que el Hijo del Hombre regrese, pero no lo verán. Algunos les
dirán: “Miren, allí está el Hijo del Hombre” o “Aquí está”, pero no los sigan.
Pues, así como el relámpago destella e ilumina el cielo de un extremo a
otro, así será el día cuando venga el Hijo del Hombre. Pero primero el
Hijo del H
ombre tiene que sufrir terriblemente y ser rechazado por esta
generación.
»Cuando el H
ijo del H
ombre regrese, será como en los días de Noé. En
esos días, la gente disfrutaba de banquetes, fiestas y casamientos, hasta el
momento en que Noé entró en su barco y llegó el diluvio y los destruyó
a todos.
»El mundo será como en los días de Lot, cuando las personas se ocupa
ban de sus quehaceres diarios —comían y bebían, compraban y vendían,
cultivaban y edificaban— hasta la mañana en que Lot salió de Sodoma.
Entonces llovió del cielo fuego y azufre ardiente, y destruyó a todos. Sí,
será “todo como siempre” hasta el día en que se manifieste el H
ijo del
Hombre. Ese día, la persona que esté en la azotea no baje a la casa para
empacar. La persona que esté en el campo no regrese a su casa. ¡Recuerden
lo que le pasó a la esposa de Lot! Si se a ferran a su vida, la perderán; pero
si dejan de aferrarse a su vida, la salvarán. Esa noche, dos personas estarán
durmiendo en una misma cama; una será llevada y la otra, dejada. Dos
mujeres estarán moliendo harina juntas en un molino; una será llevada,
la otra será dejada».
Los discípulos le preguntaron:
—¿Dónde sucederá eso, Señor?
Jesús les contestó:
—Así como los buitres, cuando se juntan, indican que hay un cadáver
cerca, de la misma manera, esas señales revelan que el fin está cerca.
Cierto día, J esús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles
que siempre debían orar y nunca darse por vencidos. «Había un juez en
cierta ciudad —dijo—, que no tenía temor de D
ios ni se preocupaba por
la gente. Una viuda de esa ciudad acudía a él repetidas veces para decirle:
“Hágame justicia en este conflicto con mi enemigo”. Durante un tiempo,
el juez no le hizo caso, hasta que finalmente se dijo a sí mismo: “No temo
a Dios ni me importa la gente, pero esta mujer me está volviendo loco. Me
ocuparé de que reciba justicia, ¡porque me está agotando con sus constan
tes peticiones!”».
Entonces el S eñor dijo: «Aprendan una lección de este juez injusto.
Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que D
ios hará
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