Inmersion Mesias - Flipbook - Página 52
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INMERSIÓN
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MESÍAS
13:33–14:16
sanando a la gente hoy y mañana; y al tercer día cumpliré mi propósito.
Sí, hoy, mañana y pasado mañana debo seguir mi camino. Pues, después
de todo, ¡no se debe matar a un profeta de Dios en un lugar que no sea
Jerusalén!
»¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea
a los mensajeros de D
ios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como
la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste. Y
ahora, mira, tu casa está abandonada. Y no volverás a verme hasta que
digas: “Bendiciones al que viene en el nombre del Señor”.
Cierto día de descanso, J esús fue a cenar en la casa de un líder de los fa
riseos, y la gente lo observaba de cerca. Había allí un hombre que tenía
hinchados los brazos y las piernas. Jesús preguntó a los fariseos y a los
expertos de la ley religiosa: «¿Permite o no la ley sanar a la gente el día
de descanso?». Como ellos se negaron a contestar, Jesús tocó al hombre
enfermo, lo sanó y lo despidió. Después se dirigió a ellos y dijo: «¿Quién
de ustedes no trabaja el día de descanso? Si tu hijo o tu buey cae en un
pozo, ¿acaso no c orres para sacarlo?». Una vez más, ellos no pudieron
responder.
Cuando Jesús vio que todos los invitados a la cena trataban de sentarse en
los lugares de honor, cerca de la cabecera de la mesa, les dio el siguiente
consejo: «Cuando te inviten a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar
de honor. ¿Qué pasaría si invitaron a alguien más distinguido que tú? El
anfitrión vendría y te diría: “Cédele tu asiento a esta persona”. Te sentirías
avergonzado, ¡y tendrías que sentarte en cualquier otro lugar que haya
quedado libre al final de la mesa!
»Más bien, ocupa el lugar más humilde, al final de la mesa. Entonces,
cuando el anfitrión te vea, vendrá y te dirá: “¡Amigo, tenemos un lugar
mejor para ti!”. Entonces serás honrado delante de todos los demás invita
dos. Pues aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que
se humillan a sí mismos serán exaltados».
Luego Jesús se dirigió al anfitrión: «Cuando ofrezcas un almuerzo o
des un banquete —le dijo—, no invites a tus amigos, hermanos, parientes
y vecinos ricos. Pues ellos también te invitarán a ti, y esa será tu única re
compensa. Al contrario, invita al pobre, al lisiado, al cojo y al ciego. Luego,
en la resurrección de los justos, Dios te recompensará por invitar a los que
no podían devolverte el favor».
Al oír esto, un hombre que estaba sentado a la mesa con J esús exclamó:
«¡Qué bendición será participar de un banquete en el reino de Dios!».
Jesús respondió con la siguiente historia: «Un hombre preparó una
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