Inmersion Mesias - Flipbook - Página 512
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INMERSIÓN
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MESÍAS
13:9–14:5
aquellos cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida que per
tenece al C
ordero que fue sacrificado antes de la creación del mundo.
El que tenga oídos para oír,
que escuche y entienda.
Todo el que esté destinado a la cárcel,
a la cárcel será llevado.
Todo el que esté destinado a morir a espada,
morirá a filo de espada.
Esto significa que el pueblo de Dios tiene que soportar la persecución con
paciencia y permanecer fiel.
Luego vi a otra bestia; esta salía de la tierra. Tenía dos cuernos como los
de un cordero, pero hablaba con la voz de un dragón. Ejercía toda la auto
ridad de la primera bestia y exigía que toda la t ierra y sus habitantes ado
raran a la primera bestia, la que se había recuperado de su herida mortal.
Hacía milagros asombrosos, incluso que cayera fuego del cielo a la tierra
mientras todos observaban. Con los milagros que se le permitió hacer en
nombre de la primera bestia, engañó a todos los que pertenecen a este
mundo. Les ordenó que hicieran una gran estatua de la primera bestia, la
que estaba herida de muerte y después volvió a la vida. Luego se le permi
tió dar vida a esa estatua para que pudiera hablar. Entonces la estatua de la
bestia ordenó que todo el que se negara a adorarla debía morir.
Además exigió que a todos —pequeños y grandes; ricos y pobres; libres
y esclavos— se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente. Y
nadie podía comprar ni vender nada sin tener esa marca, que era el nombre
de la bestia o bien el número que representa su nombre. Aquí se requiere
sabiduría. El que tenga entendimiento, que resuelva el significado del nú
mero de la bestia, porque es el número de un hombre. Su número es 666.
Luego vi al Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él había 144.000
que tenían el nombre del C
ordero y el de su P
adre escrito en la frente. Y
oí un sonido que venía del cielo, era como el rugido de grandes olas del
mar o el retumbar de fuertes truenos. Parecía el sonido de muchos arpistas
tocando juntos.
Ese gran coro entonaba un nuevo canto maravilloso delante del trono
de Dios y delante de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos.
Nadie podía aprender ese canto aparte de los 144.000 que habían sido
rescatados de la tierra. Ellos se han mantenido tan puros como vírgenes, y
son los que siguen al Cordero dondequiera que va. Han sido comprados
de entre los pueblos de la tierra como ofrenda especial para D
ios y para el
Cordero. Ellos no han dicho mentiras y son intachables.
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