Inmersion Mesias - Flipbook - Página 453
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los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto
de adulterio; la pusieron en medio de la multitud.
«Maestro —le dijeron a J esús—, esta mujer fue sorprendida en el acto
de adulterio. La ley de Moisés manda apedrearla; ¿tú qué dices?».
Intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar
en su contra, pero J esús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo. Como
ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les
dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera pie
dra!». Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.
Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando
por los de más edad, hasta que quedaron solo J esús y la mujer en medio
de la multitud. Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer:
—¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó?
—Ni uno, Señor —dijo ella.
—Yo tampoco —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.
J esús habló una vez más al pueblo y dijo: «Yo soy la luz del mundo. Si
ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán
la luz que lleva a la vida».
Los fariseos respondieron:
—¡Tú haces esas declaraciones acerca de ti mismo! Un testimonio así
no es válido.
—Estas afirmaciones sí son válidas, aunque las diga de mí mismo —res
pondió Jesús—. Pues sé de dónde vengo y adónde voy, pero eso es algo
que ustedes no saben de mí. Ustedes me juzgan con criterios humanos,
pero yo no juzgo a nadie. Y, si lo hiciera, mi juicio sería c orrecto en todo
sentido, porque no estoy solo. El P
adre, quien me envió, está conmigo. La
misma ley de ustedes establece que, si dos personas concuerdan en algo,
su testimonio se acepta como un hecho. Yo soy uno de los testigos, y mi
Padre, quien me envió, es el otro.
—¿Dónde está tu padre? —le preguntaron.
Jesús contestó:
—Como ustedes no saben quién soy yo, tampoco saben quién es mi
Padre. Si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre.
Jesús dijo todo esto mientras enseñaba en la parte del templo conocida
como la tesorería, pero no lo arrestaron, porque aún no había llegado su
momento.
Más tarde, Jesús volvió a decirles: «Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero
morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir».
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