Inmersion Mesias - Flipbook - Página 413
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H e b reos
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la palabra de Dios y el poder del mundo venidero— y que luego se alejan
de Dios. Es imposible lograr que esas personas vuelvan a arrepentirse; al
rechazar al H
ijo de D
ios, ellos mismos lo clavan otra vez en la cruz y lo
exponen a la vergüenza pública.
Cuando la t ierra se empapa de la lluvia que cae y produce una buena co
secha para el agricultor, recibe la bendición de D
ios. En cambio, el campo
que produce espinos y cardos no sirve para nada. El agricultor no tardará
en maldecirlo y quemarlo.
Queridos amigos, aunque hablamos de este modo, no creemos que esto
se aplica a ustedes. Estamos convencidos de que ustedes están destinados
para cosas mejores, las cuales vienen con la salvación. Pues Dios no es
injusto. No olvidará con cuánto esfuerzo han trabajado para él y cómo
han demostrado su amor por él sirviendo a otros creyentes como todavía
lo hacen. Nuestro gran deseo es que sigan amando a los demás mientras
tengan vida, para asegurarse de que lo que esperan se hará realidad. En
tonces, no se volverán torpes ni indiferentes espiritualmente. En cambio,
seguirán el ejemplo de quienes, gracias a su fe y perseverancia, heredarán
las promesas de Dios.
Por ejemplo, estaba la promesa que Dios le hizo a Abraham. Como no
existía nadie superior a D
ios por quién jurar, D
ios juró por su propio nom
bre, diciendo:
«Ciertamente te bendeciré
y multiplicaré tu descendencia hasta que sea incontable».
Entonces Abraham esperó con paciencia y recibió lo que Dios le había
prometido.
Ahora bien, cuando las personas hacen un juramento, invocan a alguien
superior a ellas para obligarse a cumplirlo; y no cabe ninguna duda de que
ese juramento conlleva una obligación. Dios también se comprometió me
diante un juramento, para que los que recibieran la promesa pudieran estar
totalmente seguros de que él jamás cambiaría de parecer. Así que D
ios ha
hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden
cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos
acudido a él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrán
donos a la esperanza que está delante de nosotros. Esta esperanza es un
ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través de la cortina al
santuario interior de Dios. Jesús ya entró allí por nosotros. Él ha llegado a
ser nuestro eterno Sumo S acerdote, según el orden de Melquisedec.
Este Melquisedec fue rey de la ciudad de Salem y también sacerdote del
Dios Altísimo. Cuando Abraham regresaba triunfante de una gran batalla
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