Inmersion Mesias - Flipbook - Página 398
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INMERSIÓN
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MESÍAS
26:50-67
—¡Saludos, Rabí! —exclamó y le dio el beso.
Jesús dijo:
—Amigo mío, adelante, haz lo que viniste a hacer.
Entonces los otros agarraron a Jesús y lo arrestaron; pero uno de los
hombres que estaban con J esús sacó su espada e hirió al esclavo del sumo
sacerdote cortándole una oreja.
«Guarda tu espada —le dijo Jesús—. Los que usan la espada morirán a
espada. ¿No te das cuenta de que yo podría pedirle a mi P
adre que enviara
miles de ángeles para que nos protejan, y él los enviaría de inmediato? Pero
si lo hiciera, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, que describen lo que tiene
que suceder ahora?».
Luego J esús le dijo a la multitud: «¿Acaso soy un peligroso revoluciona
rio, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? ¿Por qué no me
arrestaron en el templo? Estuve enseñando allí todos los días. Pero todo
esto sucede para que se cumplan las palabras de los profetas registradas
en las Escrituras». En ese momento, todos los discípulos lo abandonaron
y huyeron.
Luego la gente que había arrestado a J esús lo llevó a la casa de Caifás, el
sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley religiosa
y los ancianos. Mientras tanto, Pedro lo siguió de lejos y llegó al patio del
sumo sacerdote. Entró, se sentó con los guardias y esperó para ver cómo
acabaría todo.
Adentro, los principales sacerdotes y todo el Concilio Supremo intenta
ban encontrar testigos que mintieran acerca de J esús para poder ejecutarlo.
Sin embargo, aunque encontraron a muchos que accedieron a dar un falso
testimonio, no pudieron usar el testimonio de ninguno. Finalmente, se
presentaron dos hombres y declararon: «Este hombre dijo: “Puedo des
truir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le dijo a J esús: «Bien, ¿no
vas a responder a estos cargos? ¿Qué tienes que decir a tu favor?». Pero
Jesús guardó silencio. Entonces el sumo sacerdote le dijo:
—Te exijo, en el nombre del Dios viviente, que nos digas si eres el
Mesías, el Hijo de Dios.
Jesús respondió:
—Tú lo has dicho; y en el futuro verán al H
ijo del H
ombre sentado en
el lugar de poder, a la derecha de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras en señal de horror y
dijo: «¡Blasfemia! ¿Para qué necesitamos más testigos? Todos han oído la
blasfemia que dijo. ¿Cuál es el veredicto?».
«¡Culpable! —gritaron—. ¡Merece morir!».
Entonces comenzaron a escupirle en la cara a J esús y a darle puñetazos.
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