Inmersion Mesias - Flipbook - Página 395
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M ateo
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desde la creación del mundo. Pues tuve hambre, y me alimentaron. Tuve
sed, y me dieron de beber. Fui extranjero, y me invitaron a su hogar. Estuve
desnudo, y me dieron ropa. Estuve enfermo, y me cuidaron. Estuve en
prisión, y me visitaron”.
»Entonces esas personas justas responderán: “Señor, ¿en qué mo
mento te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos algo
de beber, o te vimos como extranjero y te brindamos hospitalidad, o te
vimos desnudo y te dimos ropa, o te vimos enfermo o en prisión, y te
visitamos?”.
»Y el Rey dirá: “Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas
cosas al más insignificante de estos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a mí!”.
»Luego el Rey se dirigirá a los de la izquierda y dirá: “¡Fuera de aquí,
ustedes, los malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus demo
nios! Pues tuve hambre, y no me alimentaron. Tuve sed, y no me dieron de
beber. Fui extranjero, y no me invitaron a su hogar. Estuve desnudo, y no
me dieron ropa. Estuve enfermo y en prisión, y no me visitaron”.
»Entonces ellos responderán: “ Señor, ¿en qué momento te vimos con
hambre o con sed o como extranjero o desnudo o enfermo o en prisión y
no te ayudamos?”.
»Y él responderá: “Les digo la verdad, cuando se negaron a ayudar al
más insignificante de estos, mis hermanos, se negaron a ayudarme a mí”.
»Y ellos irán al castigo eterno, pero los justos entrarán en la vida eterna.
Cuando Jesús terminó de hablar todas esas cosas, dijo a sus discípulos:
«Como ya saben, la Pascua comienza en dos días, y el H
ijo del H
ombre
será entregado para que lo crucifiquen».
En ese mismo momento, los principales sacerdotes y los ancianos es
taban reunidos en la residencia de Caifás, el sumo sacerdote, tramando
cómo capturar a Jesús en secreto y matarlo. «Pero no durante la celebra
ción de la Pascua —acordaron—, no sea que la gente cause disturbios».
Mientras tanto, Jesús se encontraba en Betania, en la casa de Simón, un
hombre que había tenido lepra. Mientras comía, entró una mujer con
un hermoso frasco de alabastro que contenía un perfume costoso, y lo
derramó sobre la cabeza de Jesús.
Los discípulos se indignaron al ver esto. «¡Qué desperdicio! —dije
ron—. Podría haberse vendido a un alto precio y el dinero dado a los
pobres».
Jesús, consciente de esto, les respondió: «¿Por qué critican a esta mujer
por hacer algo tan bueno conmigo? Siempre habrá pobres entre ustedes,
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