Inmersion Mesias - Flipbook - Página 388
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INMERSIÓN
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MESÍAS
22:17-37
verdad el camino de D
ios. Eres imparcial y no tienes favoritismos. Ahora
bien, dinos qué piensas de lo siguiente: ¿Es correcto que paguemos im
puestos al César o no?
Pero J esús conocía sus malas intenciones.
—¡Hipócritas! —dijo—. ¿Por qué intentan atraparme? Veamos, mués
trenme la moneda que se usa para el impuesto.
Cuando le entregaron una moneda romana, les preguntó:
—¿A quién pertenecen la imagen y el título grabados en la moneda?
—Al César —contestaron.
—Bien —dijo—, entonces den al César lo que pertenece al César y den
a Dios lo que pertenece a Dios.
Su respuesta los dejó asombrados, y se marcharon.
Ese mismo día, se acercaron a Jesús algunos saduceos, líderes religiosos
que dicen que no hay resurrección después de la muerte. Le plantearon la
siguiente pregunta:
—Maestro, Moisés dijo: “Si un hombre muere sin haber tenido hijos, su
hermano debe casarse con la viuda y darle un hijo para que el nombre del
hermano continúe”. Ahora bien, supongamos que había siete hermanos.
El mayor se casó y murió sin dejar hijos, entonces su hermano se casó
con la viuda. El segundo hermano también murió, y el tercero se casó con
ella. Lo mismo sucedió con los siete. Por último, la mujer también murió.
Entonces dinos, ¿de quién será esposa en la resurrección? Pues los siete
estuvieron casados con ella.
Jesús contestó:
—El error de ustedes es que no conocen las Escrituras y no conocen el
poder de Dios. Pues cuando los muertos resuciten, no se casarán ni se en
tregarán en matrimonio. En este sentido, serán como los ángeles del cielo.
»Ahora bien, en cuanto a si habrá una resurrección de los muertos,
¿nunca han leído acerca de esto en las Escrituras? Mucho después de que
Abraham, Isaac y Jacob murieran, Dios dijo: “Yo soy el Dios de Abraham,
el Dios de Isaac y el D
ios de Jacob”. Por lo tanto, él es D
ios de los que están
vivos, no de los muertos.
Cuando las multitudes lo escucharon, quedaron atónitas ante su
enseñanza.
En cuanto los fariseos oyeron que había silenciado a los saduceos con esa
respuesta, se juntaron para interrogarlo nuevamente. Uno de ellos, experto
en la ley religiosa, intentó tenderle una trampa con la siguiente pregunta:
—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante en la ley de
Moisés?
Jesús contestó:
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