Inmersion Mesias - Flipbook - Página 382
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INMERSIÓN
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MESÍAS
19:18–20:6
—¿Cuáles? —preguntó el hombre.
Y Jesús le contestó:
—“No cometas asesinato; no cometas adulterio; no robes; no des falso
testimonio; honra a tu padre y a tu madre; ama a tu prójimo como a ti
mismo”.
—He obedecido todos esos mandamientos —respondió el joven—.
¿Qué más debo hacer?
Jesús le dijo:
—Si deseas ser perfecto, anda, vende todas tus posesiones y entrega el
dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.
Cuando el joven escuchó lo que J esús le dijo, se fue triste porque tenía
muchas posesiones.
Entonces J esús dijo a sus discípulos: «Les digo la verdad, es muy difícil
que una persona rica entre en el reino del cielo. Lo repito: es más fácil que
un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de
Dios».
Los discípulos quedaron atónitos.
—Entonces, ¿quién podrá ser salvo? —preguntaron.
Jesús los miró y les dijo:
—Humanamente hablando es imposible, pero para D
ios todo es posible.
Entonces Pedro le dijo:
—Nosotros hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué recibiremos a
cambio?
Jesús contestó:
—Les aseguro que cuando el mundo se renueve y el Hijo del Hombre
se siente sobre su trono glorioso, ustedes que han sido mis seguidores tam
bién se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y
todo el que haya dejado casas o hermanos o hermanas o padre o madre o
hijos o bienes por mi causa recibirá cien veces más a cambio y heredará la
vida eterna. Pero muchos que ahora son los más importantes en ese día
serán los menos importantes, y aquellos que ahora parecen menos impor
tantes en ese día serán los más importantes.
»El reino del cielo es como un propietario que salió temprano por la
mañana con el fin de contratar trabajadores para su viñedo. Acordó pagar
el salario normal de un día de trabajo y los envió a trabajar.
»A las nueve de la mañana, cuando pasaba por la plaza, vio a algunas
personas que estaban allí sin hacer nada. Entonces las contrató y les dijo
que, al final del día, les pagaría lo que fuera justo. Así que fueron a trabajar
al viñedo. El propietario hizo lo mismo al mediodía y a las tres de la tarde.
»A las cinco de la tarde, se encontraba nuevamente en la ciudad y vio
a otros que estaban allí. Les preguntó: “¿Por qué ustedes no trabajaron
hoy?”.
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