Inmersion Mesias - Flipbook - Página 37
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L u cas – H E C H O S
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control de él. Aun cuando el hombre estaba bajo custodia, con cadenas
y grilletes, simplemente los rompía y se escapaba al desierto, totalmente
controlado por el demonio.
Jesús le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
—Legión —contestó, porque estaba lleno de muchos demonios.
Los demonios seguían suplicándole a J esús que no los enviara al abismo
sin fondo.
Sucedió que había una gran manada de cerdos alimentándose en una
ladera cercana, y los demonios le suplicaron que les permitiera entrar en
los cerdos.
Entonces Jesús les dio permiso. Así que los demonios salieron del hom
bre y entraron en los cerdos, y toda la manada se lanzó al lago por el pre
cipicio y se ahogó.
Cuando los que cuidaban los cerdos vieron lo sucedido, huyeron a la
ciudad cercana y sus alrededores, difundiendo la noticia mientras corrían.
La gente salió corriendo para ver lo que había pasado. Pronto una multi
tud se juntó alrededor de Jesús, y todos vieron al hombre liberado de los
demonios. Estaba sentado a los pies de Jesús, completamente vestido y
en su sano juicio, y todos tuvieron miedo. Entonces los que habían visto
lo sucedido, les contaron a los otros cómo había sido sanado el hombre
poseído por demonios. Y todos los habitantes de la región de los gerasenos
le suplicaron a Jesús que se fuera y los dejara en paz, porque una gran ola
de miedo se apoderó de ellos.
Entonces Jesús regresó a la barca y se fue y cruzó nuevamente al otro
lado del lago. El hombre que había sido liberado de los demonios le supli
caba que le permitiera acompañarlo. Pero Jesús lo envió a su casa dicién
dole: «No, regresa a tu familia y diles todo lo que Dios ha hecho por ti».
Entonces el hombre fue por toda la ciudad proclamando las grandes cosas
que Jesús había hecho por él.
Del otro lado del lago, las multitudes recibieron a Jesús porque lo estaban
esperando. Y un hombre llamado Jairo, líder de la sinagoga local, se acercó
y cayó a los pies de Jesús mientras rogaba que lo acompañara a su casa. Su
única hija, que tenía unos doce años, estaba muriendo.
Mientras J esús iba con Jairo, las multitudes lo rodeaban. Una mujer de
la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua y no en
contraba ninguna cura. Acercándose a J esús por detrás, le tocó el fleco de
la túnica. Al instante, la hemorragia se detuvo.
«¿Quién me tocó?», preguntó Jesús.
Todos negaron, y Pedro dijo:
—Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti.
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